El día de la integración de la ¿nueva? junta directiva de la Asamblea Nacional, nos mantuvimos a la expectativa de que a alguno de nuestros diputados se le ocurriera denunciar ante el país y el mundo que el oficialismo perpetraba un nuevo golpe de Estado, con el fin de garantizar la continuación de la revolución bolivariana, con o sin Chávez. Al contrario, ha sido Diosdado Cabello el rey del retruque, quien acusó a la oposición de intentar un golpe de Estado al pretender que se cumpla la Constitución bolivariana, que ordena que el presidente de la Asamblea Nacional asuma mañana la jefatura del Estado, si el presidente electo, Hugo Chávez Frías, no se presenta a su juramentación.
Los parlamentarios opositores también desaprovecharon el foro para plantear con carácter de urgencia la designación de una junta médica, que certifique el estado de las condiciones físicas y mentales del Presidente para declarar, en consecuencia, si es causal o no de una falta temporal o absoluta, como lo expresa la Constitución bolivariana. Es el mundo al revés.
Según Cabello, mañana “no habrá falta temporal, ni absoluta ni posesión”, y anunció que estarán presentes varios presidentes latinoamericanos; de ser así, se prestarían a convalidar la violación de la Constitución quién lo duda de un Ortega o de un Evo Morales, a no ser que el presidente resucite y asuma su nuevo período presidencial, que sería lo deseable para todos los venezolanos, incluida la oposición.
Torcer el texto de la Constitución impidiendo que Diosdado Cabello asuma la Presidencia de la República ante una eventual ausencia de Chávez y llame a elecciones no tiene otra explicación sino en las pugnas internas desatadas en el chavismo, que maniobran para impedir esas elecciones en 30 días. Conspiran contra Nicolás Maduro, que saldría elegido presidente de la República, incluso con más votos que los obtenidos por Chávez el pasado 7 de octubre. ¿Por qué ganaría? El chavismo y mucha gente tocada por el sentimentalismo de la muerte, que convertirán en un hecho histórico, votarían para cumplir la última voluntad de Chávez. Durante toda su ausencia (hoy se cumple un mes), el oficialismo, a través de todos los medios, no ha hecho otra cosa que construir el mito, sólo comparable con el de Eva Perón, elevada en su momento como “Jefa Espiritual de la Nación”, que murió también de cáncer y cuya agonía fue seguida paso a paso por las multitudes.
El Gobierno, a través de los medios de comunicación, prepara al pueblo para la partida del líder y no ha escatimado esfuerzos, con mucho dinero y creatividad, para exacerbar las emociones; difunde una epopeya del héroe bolivariano que produce un alto contenido emocional, la de un Dios que en vida rompió todos los esquemas y que es capaz de dar su vida para la salvación del pueblo y de la revolución bolivariana. La televisión oficial durante toda su programación nos muestra una excesiva representación real y mágica de Chávez; lo presenta como el nuevo padre de la patria, al que hay que rendirle un culto a todas luces irracional.
La leyenda de Hugo Chávez, mártir del imperialismo y la oligarquía, ocupará preeminencia en la mitología patria y asegurará su inmortalidad entre los fieles chavistas. No debemos sorprendernos si sus restos son enterrados en el mausoleo dedicado en principio al Libertador Simón Bolívar.