El desafío que en estos tiempos tiene la oposición democrática es descomunal. Enfrentada a una voluntad de poder que no se detendrá ante nada con tal de asegurar su permanencia en el gobierno, observada por los millones de ojos en extremo críticos de sus propios seguidores y necesitada de promover una senda democrática y pacífica para el desenlace de esta crisis terminal del sistema chavista.
El chavismo tiene conciencia de la precariedad de sus posibilidades de emerger de la crisis con el poder en sus manos. Sus tutores cubanos e internacionales han puesto en práctica todo un arsenal de ardides, trampas y mentiras con el objeto de sortear las obligaciones establecidas en los artículos 231 y 233 de la Constitución. Con todos los resortes de poder en sus manos no les resultará difícil lograrlo de facto, pero las costuras de la violación constitucional serán visibles para las miradas objetivas de Venezuela el mundo. Por eso su ardua labor de zurcido y retoque de la operación, realizada en medio de numerosas dudas propias y de una profunda división en sus filas dirigentes.
En este retorcido escenario la oposición tiene una clara oportunidad de encontrar finalmente la punta del ovillo de Ariadne, para sacar a nuestro país del laberinto castro-chavista. Pero sus posibilidades son también tan limitadas que requerirán de ella un fino juego político, un bordado tan exacto y riesgoso que no admitirá errores ni vacilaciones, como la cometida en la instalación de la Asamblea Nacional. Afortunadamente, el desempeño de los parlamentarios en la sesión del martes fue muy superior, más nivelado con lo que exigen las graves circunstancias.
Modestamente, ofrezco el enunciado que titula esta nota como fundamento de la conducta de la MUD, sus líderes, parlamentarios y posibles candidatos presidenciales. Firmeza en la táctica, porque no es posible enfrentar la agresiva violación constitucional que se propone el chavismo sin una denuncia contundente, en todas las instancias donde ello quepa, en Venezuela y el mundo; denuncia intransigente y legal de la abierta intromisión cubana en los asuntos internos de Venezuela; arrojar luces sobre la grave situación económica y de las finanzas públicas nacionales; y por supuesto, abandonar por un tiempo los mediocres llamados al diálogo desatendidos por completos por el adversario.
Esta firmeza táctica se debería complementar con una fría paciencia estratégica, consistente en varias conductas y tomas de conciencia: en primer lugar, no perder de vista que, haga lo que haga el castro-chavismo, una nueva elección presidencial es inexorable y para ello hay que prepararse desde ya; en segundo lugar, el que tal elección no se realice tan pronto es conveniente para el campo democrático, pues brinda un período para recuperarse anímica y materialmente de las recientes derrotas (el chavismo no apresura esa elección, no por ceguera de lo que le conviene sino porque su encendido conflicto interno le impide decidirlo).
Finalmente, la MUD debe ser, como hasta ahora, impermeable frente a los llamados impulsivos y delirantes de sectores desesperados que conciben la lucha política como un asunto de vísceras, hormonas y urgencias catastróficas. Pero a este respecto debe hacer algo más: educar en esta paciencia a sus seguidores de buena, ser también pacientes con ellos, sin desdeñarlos y ofenderlos, como suelen hacer algunos voceros.
Si combinamos acertadamente la firmeza del discurso y la denuncia con la paciencia de quien conoce los escenarios que vienen, existe una real oportunidad de desentrañar el laberinto. @Turgelles