Asimismo, los investigadores señalaron que los hombres tienden a acumular grasa en el área abdominal, pero habitualmente no tienen mucha grasa en las caderas o los muslos.
Por el contrario, las mujeres a menudo tienen más grasa en los muslos y caderas que en el vientre.
No son claras las razones para estas diferencias pero vale la pena investigarlas, indicó Steven Smith, director del Instituto Sanford Burnham de Investigación de Metabolismo y Diabetes del Hospital de Florida.
“Es importante porque la grasa en torno al vientre está asociada con riesgos más altos de enfermedad cardiaca y diabetes”, añadió. “Por otro lado la grasa de las caderas y los muslos no parece desempeñar un papel especial en esas enfermedades”.
En su estudio, Smith y sus colegas explican la discrepancia por la determinación de cómo difieren genéticamente la grasa de los muslos y la del vientre.
“Esta investigación podría cambiar la forma de pensar común acerca de la grasa”, señala el artículo. “En lugar de enfocarnos en cómo impedir la acumulación de grasa en el vientre, quizá necesitamos ocuparnos de la grasa beneficiosa para el corazón en la parte más baja del cuerpo”.
Smith y sus colegas primero tomaron muestras de grasa de hombres y mujeres y luego compararon los genes más activos en la grasa del vientre con los de los más activos en la grasa de los muslos.
Así encontraron que los genes que operan en la grasa del muslo de una persona son enormemente diferentes de los de su grasa en el vientre.
En el caso de los hombres hay 125 genes que se expresan de manera diferente en la grasa del vientre y la del muslo. En cuanto a las mujeres hay 217 genes que se expresan de manera distinta; en su mayoría son genes únicos de las mujeres, pero 59 de ellos son los mismos que mostraron variación en los hombres.
Los genes que difirieron más notables se conocen como genes homeobox que desempeñan un papel en la formación del embrión en formación determinando qué células y qué órganos van a dónde. Muchos genes homeobox son vulnerables a la influencia de las hormonas tales como el estrógeno.
“Creemos que estos genes de hecho programan esas células de la grasa para que respondan de manera diferente a distintas hormonas y otras señales”, indicó Smith.
En el curso de su trabajo, Smith y su equipo también aislaron células madre de la grasa del vientre y del muslo y las cultivaron en el laboratorio.
Eso proporcionó un conveniente grupo de control porque las células de grasa cultivadas en el laboratorio no responden a la influencia de nervios, hormonas u otras señales externas.
Pero, aún así, los investigadores vieron las mismas diferencias relacionadas específicamente con la ubicación en lo que hace a la actividad de genes en la grasa que se desarrolló a partir de esas células madre. EFE