El morbo del vacío de poder avanza. La justicia partidizada lo aceleró con su decisión. Se devora al gobierno. Y lo peor, a la república. Los 44 días sin que el presidente electo hable directamente al país se convierte en licencia para actos de “gobierno” sobre la base
de “el presidente me dijo que …”. Una práctica que acentúa la incertidumbre pues nadie sabe si tienen o no su aval.
El país sigue en manos del hampa y la corrupción. Maduro no logra hacer realidad la orden de Chávez salvo por el garrotazo contra la Constitución. La ausencia de poderes públicos es inocultable.
Cunde el desaliento, la incertidumbre y el desasosiego. Vuelven los rumores.
La crisis económica se ensoñerea con la devaluación. La inflación acaba con el salario. La escasez multiplica las penurias. El déficit fiscal tiene con las manos en la cabeza a Giordani y los chinos están duros para seguir soltando préstamos. No hay atención a las demandas sociales. El caos se apodera de todas las instituciones y los servicios se deterioran. Las amenazas oficiales son la única respuesta. La incapacidad se devora todo.
Sin embargo, los panegiristas del régimen insisten en responsabilizar al Imperio y a la oposición de los males de la nación.
En el PSUV hay mucho dirigente preocupado por el desmadre de la revolución que produce el vacío de poder. Pero continúan callados. El miedo se impone. La inquietud por el curso futuro de los acontecimientos tiene inquietos a los más creyentes en el socialismo. Pero también perturba a los oportunistas enriquecidos a la sombra del proceso, no encuentran tranquilidad para gastar sus dineros mal habidos.
Pese a que el barco rojo se hunde, en la oposición seguimos como los “músicos del Titanic”.