No todos los días hay que estar espléndida. Al menos eso es lo que se concluye de las últimas apariciones de Selena Gómez por las calles californianas, por donde se pasea sin maquillaje ni vestuario estelar, sino con la sencillez que remite a la vida diaria de cualquier joven sin fama alguna.
Ni siquiera puede decirse que se haya puesto algún accesorio, más allá de un par de anteojos que no hacen más que completar el perfecto cuadro anti-diva que disfruta cultivar en Studio City, el área de Los Ángeles por donde se la vio transitar después de visitar a una amiga por la mañana.
Llevaba un largo saco naranja, un pantalón jogging azul marino y unas botas grises pesadas, además de un bolso que solo cumple funciones exclusivamente de carga -cero combinación con el resto del vestuario- y una “cola de caballo” que evita tener que ordenar su peinado. La cara, absolutamente libre de make-up.
Al acercarse a la zona más transitada, en Beverly Hills, optó por eliminar el saco, lucir una remera blanca y negra, reemplazar el par de anteojos por uno para el sol y soltarse el cabello. También dejó las botas por un par de sandalias y, ya sin Justin Bieber cerca, cultivó la soledad mientras cumplía con sus quehaceres.