El sentido del ser y de la vida, lo resume Jean-Paul Sartre como la responsabilidad “de vivir con el alma condenada a ser libres”. Ello comporta la denuncia contra la estupidez humana de atarnos a ideales grupales fanatizados e irracionales. Es superar la idiotez de la banalización del mal (Hanna Arendt), que justifica guerras y exterminios a cuenta de una superioridad étnica, ideológica o mundana. Es la instalación del yo-sí-debo a contrapelo del tú-ve-y resuelve, sin cesar en la búsqueda de lo que Kierkegaard llamaba, “encontrar una verdad que sea verdadera para mí… una idea por la que pueda vivir o morir”. Fiódor Dostoyevski en una de sus obras más emblemáticas, Memorias del Subsuelo, llama a rebelarnos a ideales universales que nos hacen un ser-yecto (Heidegger), arrojado al mundo a una existencia impuesta y por ende, nula de conciencia. Miguel de Unamuno nos da el epitafio. Dijo el vasco: “quedarse callado equivale a mentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia”. Y Aquí amigo lector, llegamos al estado de la cuestión: callar lo que se debe decir… Cuánto le he pedido a Capriles, no calles lo del CNE, no calles el timo; como ahora le pido, no calles la Constitución, porque es callar la libertad, lo cual nos hace un ¡ser-yecto!
En 1936 a las puertas de la Universidad de Salamanca, Unamuno replicó al Gral. fascista José Millán-Astray: “acabo de oír el necrófilo e insensato grito “¡Viva la muerte!”. Esto me suena lo mismo que ¡Muera la vida!” Y agregó: “venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis, porque para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho…”. Pues nada. Luchemos por nuestro derecho y razón a ser libres. Me parece útil el pediros que penséis en Venezuela. Como dijo Unamuno: He dicho.
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