Texto: perfil.com
Cómo no sentir afecto y admiración por un hombre que ha sido traducido a 26 idiomas (y que, en Argentina, vende 20 millones de ejemplares) cuando dice en voz muy queda: “Yo soy más de dibujar que de hablar…”? Su modestia le impide observar que sus dibujos son, de por sí, una conversación y a lo largo de una tarde de invierno en el departamento al que sonríe desde lo alto la máscara insignia de la Casa del Teatro, Quino explica:
—Nunca tuve ayudantes. Siempre trabajé solo y… –aquí habla un poco para sí mismo como quien entreabre la puerta del tesoro. Te cuento que tengo un dibujo muy viejo que publiqué en “Rico Tipo” en el que se ve a gente en el cementerio corriendo detrás de un ataúd. El ataúd tiene cuatro ruedas y un motorcito y los amigos que van corriendo dicen: “Nunca quiso que lo ayudaran”… ¡Bueno, ese tipo soy yo! Nunca pude trabajar en equipo. Con el único que trabajé fue con el cubano Juan Padrón que hizo los cortos de Mafalda y también otras peliculitas mías con páginas de humor. A él lo ayudé digamos a hacer el argumento de esa peliculitas pero… nada más! Te repito que fue la única vez que trabajé con alguien en equipo. ¡Lo conocí y nos enamoramos muchísimo! Ahora hace mucho que no lo veo porque no ando por Cuba pero fui allí 9 veces y estuve trabajando con él todo el tiempo y lo pasamos muy bien…
—No sé si es una leyenda pero por ahí corre la historia de una agencia de publicidad que te encargó un personaje “con familia” para un producto comercial y que luego no lo quiso. Ese producto era Mafalda y vos la dejaste en un cajón durante varios años…
—Sí, sí, era para una campaña… Además en esa agencia trabajaba Norman Briski. Pasó algo muy curioso: me avisó Miguel Brascó que estaban buscando quién dibujara a una familia para lanzar las heladeras Siam con la marca Mansfield. Entonces había que buscar un nombre que tuviera la M, la F etc. Bueno, y ¡así salió Mafalda! La idea era regalarle la tira a los periódicos como si fuera una historieta “normal” en la que se usaban electrodomésticos de esta marca. Los diarios entonces dijeron “¡Ah, no! ¡Esta publicidad la tienen que pagar!”. Así es que nunca se hizo nada y a mí me quedaron esas 12 tiras de historieta. ¡Así empezó Mafalda!
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