La política que ha seguido el ministro Gioradani, y que ha sido la responsable de la acentuación del desequilibrio de la economía no petrolera, es muy simple: abaratar el precio del dólar para aumentar las importaciones y de esta manera pretender disminuir la inflación. Esto es lo que se denomina el anclaje del tipo de cambio, del cual el ministro es firme partidario. Pues bien, esa política tiene el efecto inmediato de propiciar un incremento de las importaciones, como efectivamente ha ocurrido y al mismo tiempo deprimir las exportaciones no petroleras. Como se evidencia en el gráfico, la brecha entre importaciones no petroleras y exportaciones no petroleras se ha ampliado constante y peligrosamente. De esta manera, se ha conformado un déficit creciente que para que se pueda sostener exige que el gobierno asigne cada vez más divisas para su financiamiento. El déficit de la economía no petrolera está absorbiendo gradual pero persistentemente los ingresos que genera el petróleo.
Esta situación deficitaria de la economía no petrolera es de vieja data. La novedad es que la Giordieconomía la ha llevado hasta límites nunca vistos. No se había visto en Venezuela un empeño tan perseverante y descabellado de querer bajar la inflación exclusivamente trayendo del exterior productos adquiridos con un brutal subsidio cambiario. La Giordieconomía ha colocado la economía venezolana en una posición de extrema fragilidad porque su potencial productivo ha sido severamente afectado y actualmente está imposibilitada de exportar bienes diferentes al petróleo. El anclaje cambiario que la Giordieconomía pregona ha servido para aumentar significativamente las importaciones, liquidar a un menguado sector exportador mientras que la inflación sigue su curso alcista.
Cuando se revisa la experiencia de América Latina de los años setenta y comienzos de los ochenta, se encuentra que esa política de la Giordieconomía fracasó contundentemente. Es decir, se trató de una copia de modelos fracasados, con la diferencia que Venezuela ha contado con abundantes ingresos petroleros para financiar una y otra vez un ensayo frustrado. Tal vez lo que llama la atención es la tozudez con la cual se aplica la política del anclaje del tipo de cambio. La principal virtud que llevaría a fijar el tipo de cambio es la disminución de la inflación. Pero con una inflación de superior al 20,0% en 2012 y con un historial de alzas de precios sostenidas cuando los países socios de Venezuela tienen inflación promedio menor al 5,0%, el resultado lógico es la profundización del desequilibrio de la economía no petrolera. La Giordieconomía ha hecho de Venezuela una mediocre factoría petrolera que produce poco, exportada casi nada y todo lo importa. Está a la vista la importante declinación de la producción industrial asfixiada por importaciones estimuladas por el Estado. En particular, la producción de alimentos procesados y de origen primario ha decaído pronunciadamente. La Giordieconomía ha hecho de Venezuela un país inviable.