El movimiento, la geometría y el color, claves en la obra cinética del artista venezolano Jesús Rafael Soto, protagonizarán una exposición en el centro Pompidou de París hasta mayo que hoy fue presentada en la capital francesa.
La colección se compone de un total de veinte obras, fechadas entre 1955 y 2004, un año antes del fallecimiento del artista, que se expondrán al público en el centro de arte parisino desde mañana y hasta el próximo 20 de mayo.
En ellas, el movimiento, el volumen, el color y las formas tridimensionales son las estrellas, en un “conjunto excepcional que permite reconstruir el trayecto de este autor” a caballo entre el arte abstracto y el arte moderno y una de las figuras clave de arte cinético europeo en la segunda mitad del siglo pasado, basado en la estética del movimiento, según los organizadores.
Jean-Paul Ameline, comisario de la exposición, declaró a Efe que los artistas cinéticos “quisieron que las obras de arte, las pinturas, los cuadros y las esculturas no fueran solamente objetos estáticos sino que se convirtieran en objetos frente a los cuales apareciera el movimiento”.
Algunos de esos artistas optaron por hacerse con un motor eléctrico o una máquina para conseguir el efecto, no así Soto, que “quiso que fuera el propio ojo el que hiciera moverse al cuadro”, según Ameline.
Así, algunas de las obras expuestas muestran un “fondo estriado, a rayas blancas y negras, y delante cuadrados, hilos de hierro y formas diferentes que dan la impresión de moverse cuando el espectador se desplaza delante del cuadro”, continuó el comisario.
Jesús Rafael Soto nació en una familia humilde de Ciudad Bolívar (Venezuela) en 1923 y llegó a París acompañado de otros amigos venezolanos y latinoamericanos en 1950 para descubrir el arte moderno, que le fascinó.
Desde su llegada a la capital parisina desarrolló una obra cuyo eje principal fue el movimiento, la tríada espacio-duración-materia y un guiño al espectador para crear con él una serie de juegos ópticos.
“Solamente el desplazamiento de los visitantes permite a estas obras existir”, subrayó Ameline.
A pesar de aproximarse a los abstractos como Piet Mondrian, la evolución de Soto, patente en la muestra, y su experimentación en texturas y nuevos materiales revelan la personalidad de un artista en busca de su propio estilo.
Y es que para Soto, “el arte abstracto no puede permanecer definitivamente estático, pues este arte se mide en el movimiento, en la duración, en el desplazamiento”, según Ameline.
“La verdadera abstracción está en movimiento, y por tanto la pintura y la escultura deben revelar también el movimiento de las cosas”.
El reconocimiento internacional le vino a Soto en la década de 1960, cuando expuso en Londres, Berna, Amsterdam, Bruselas y París, y a pesar de que a partir de la década de los setenta el cinetismo pasó a un segundo plano, la obra del autor venezolano sigue siendo de actualidad, ya que “el movimiento forma parte de la vida, y formando parte de la vida forma también parte del arte”, según el comisario.
Soto experimentó con distintos materiales y formas a lo largo de su trayectoria, desde el plexiglás de sus comienzos, pasando por el metal, la chatarra usada, los hilos de hierro o hilos de nylon suspendidos que utilizó para crear ilusiones ópticas y jugar con los volúmenes y el espacio.
“La geometría es muy importante”, continuó Ameline, asegurando que Soto quiso que su arte fuera “completamente fabricado para el ser humano por el ser humano”.
El color en su obra plástica también va a ser decisivo: “Sintió un gran apego por algunos colores como el azul, el amarillo y el rojo, es decir, principalmente por los colores primarios, porque pensaba que con ellos se conseguía una intensidad luminosa muy fuerte”, informó Ameline.
También admiraba mucho a los impresionistas, unos maestros en la “evocación del movimiento a través del color”.
El artista trabajó mucho tiempo tocando la guitarra en los cabarés parisinos hasta que pudo vivir de su obra, por lo que el comisario de la exposición consideró que la relación entre la música y la pintura también fue “muy importante”.
Esta muestra ha sido posible gracias al conjunto de veinte obras que los descendientes de Soto entregaron en 2011 al Estado francés en concepto de pago de impuestos. EFE