El objetivo parecía una quimera y el camino no sería nada sencillo. Ellos lo sabían, pero se tenían el uno al otro para amenizar el tremendo esfuerzo.
Angela y Willie Gillis, mejores amigos desde hace diez años y casados desde hace tres, lo lograron. Dejaron atrás sus problemas de obesidad y, entre los dos, lograron bajar más de 226 kilogramos.
“Todos necesitan a esa persona que te ayuda, que te habla y ante quien sientes que debes rendir cuentas. Esa persona ha sido mi esposo”, escribió Angela en su blog, WeBeatFat.com.
Unos días antes de su primer aniversario de casados, Willie se despertó y le dijo a su mujer: “Estoy cansado de ser gordo”. Hacía poco había conocido a su ahijada recién nacida y temía no vivir para verla crecer.
“Durante años había leído sobre las formas de perder peso, como nutrición y ejercicio. Necesitaba saber si lo podía lograr”, recuerda Willie. Era enero de 2011 y pesaba 223 kilos.
Su esposa se sumó de inmediato a la cruzada.
De chica, Angela nunca creyó tener un problema. Era bastante activa pero amaba la comida. Comía cuando estaba feliz y comía cuando estaba triste. Era enero de 2011 y pesaba 153 kilos.
Willie entonces diseñó un plan. La pareja empezó a ir al gimnasio seis veces por semana. Al principio, lo único que podían hacer era caminar en la cinta por 30 minutos. De a poco fueron aumentando el tiempo y de pronto ella estaba corriendo y él había bajado casi 70 kilos.
La cocina era el territorio de Angela. Le encanta cocinar y rápidamente aprendió a preparar versiones más saludables de las comidas predilectas de ambos. Para el desayuno, granos de avena, frutas y verduras. Comidas dietéticas congeladas para el almuerzo y snacks como yogures, manzanas y zanahorias. La cena incluía, e incluye, carnes sin grasas y vegetales.
“No hemos comido nada frito en dos años”, dice Angela.
Pero esto no significa que no se den un antojo cada tanto. Willie usaba una aplicación móvil para monitorear sus calorías y siempre guardaba algunas para regalarse un premio en el fin de semana. Angela constantemente se preguntaba si comía algo porque le encantaba o sencillamente porque le encantaba comer.
En este largo recorrido, estuvieron juntos. “No lo quería decepcionar y él no me quería decepcionar a mí”, señala Angela.
El mayor obstáculo era salir a comer fuera de casa. Incluso las comidas livianas de restaurantes pueden tener mucho sodio y grasas. Al matrimonio Gillis no le molestaba salir y no comer nada, pero sí a sus amigos.
“La mayoría de los recuerdos que tenemos con nuestros amigos son saliendo a comer”, rememora Angela. “La comida es algo muy social”, agrega.
Terminaron por aislarse un poco de algunos amigos, pero conocieron gente nueva a través del gimnasio.
La vida de la pareja hoy está llena de actividad. Ella da clases de spinning en el gimnasio y hace poco completó una media maratón. Bajó 90 kilos y pasó de un talle 28 a un talle 0.
“Estoy más fuerte. Nunca fui de tomar riesgos. Hoy sí lo hago”, asevera Angela.
Willie se sumó a un club de corredores. Perdió 136 kilos y ha recuperado la confianza en sí mismo.
“Mucha gente se rinde. Abandonan porque están haciendo algo mal. Debes tomar aquello en lo que estás fallando y tratar de que funcione para ti. Una vez que lo hayas resuelto, podrás seguir adelante”, concluye Willie.