En la década de 1970, el exprovincial jesuita en Argentina y ahora papa Francisco demostró ser una persona “valiente personal e institucionalmente”, afirmó en una entrevista a la AFP el uruguayo Gonzalo Mosca, quien con su ayuda logró escapar de la dictadura argentina al exilio.
AFP
Con 28 años e integrante del Grupo de Acción Unificadora (GAU), un movimiento de izquierda que participó en 1971 de la fundación del partido de coalición Frente Amplio (FA), Mosca fue advertido sobre la inminencia de ser capturado por la dictadura uruguaya (1973-1985).
Tras escapar a Buenos Aires en 1977, el uruguayo supo que rápidamente los militares argentinos también lo buscaban.
“Entretanto, mi hermano mayor, que es sacerdote jesuita, fue a Buenos Aires a darme una mano (ayudarle). Él va a las Naciones Unidas para ver si me podía refugiar y las Naciones Unidas le dijeron que refugiarse en ese momento era imposible, el gobierno argentino no reconocía el estatus de refugiado y el edificio estaba todo rodeado de militares”, recordó.
Su hermano conocía a Bergoglio, entonces jefe de los jesuitas de Argentina (de 1973 a 1979), porque había sido su alumno, y le presentó el caso.
“Él le dijo: ‘venite con tu hermano que vamos a ver de qué forma lo puedo ayudar'”, sostuvo Mosca.
Esa misma noche el propio Bergoglio los llevó a un convento jesuita en San Miguel, a unos 30 km de Buenos Aires.
“En ese momento la represión en Argentina era fuertísima”, recordó Mosca. “Yo iba pensando si el padre este era consciente de lo que realmente se estaba jugando”.
Mosca pasó varios días recluido en el convento, donde fue presentado como alguien que estaba haciendo un retiro espiritual.
“De noche me visitaba en el cuarto y me llevaba novelas para que me distrajera, me llevó una radio portátil para que escuchara música. Yo llevaba como cuatro días sin dormir y él me veía que estaba sumamente tenso. Todos vivíamos con muchísima tensión”, relató.
Después de varios días, Bergoglio lo llamó y le reveló el plan: Mosca y su hermano volarían a la ciudad de Iguazú, en la frontera con Brasil y Paraguay, desde donde la meta era cruzar a territorio brasileño.
“Nos llevó al aeropuerto y me acompañó prácticamente hasta el avión para darme todo el respaldo y las garantías que podía con su investidura”, contó.
El plan funcionó. Mosca logró cruzar a Brasil y viajar a Rio de Janeiro, donde estuvo durante meses en una casa de los jesuitas hasta que pudo refugiarse en las Naciones Unidas y viajar exiliado a Europa.
Actitud “comprometida y valiente”
Desde entonces, Mosca no volvió a tener contacto con Bergoglio pero quiso contar su historia tras la lluvia de críticas que recibió por el papel que habría desempeñado durante la dictadura argentina (1973-1983).
Bergoglio ha sido acusado de haber colaborado en el secuestro y detención de dos misioneros en la década de 1970 por la junta militar argentina.
“Cuando lo eligieron Papa, muchísimas de las acusaciones que se hacían con respecto a él, la más benigna era como que él no había sido valiente como para enfrentar la dictadura”, explicó Mosca, que sostiene que su militancia estudiantil y política en las décadas de 1960 y 1970 se gestó en su formación cristiana en un tradicional colegio jesuita de Montevideo.
“Yo lo que puedo decir es que en mi caso (Bergoglio) no solo fue valiente personalmente sino que fue valiente institucionalmente, porque en una organización tan fuerte y compleja como la de los jesuitas uno ya no actúa nunca a título personal. Él estaba comprometiéndose personalmente e institucionalmente”, añadió.
Al brindar su testimonio, Mosca, de 63 años, busca “retribuirle lo que hizo por mí. (…) Contrabalancear todo esto que se está diciendo y darle ánimo para los tiempos que se le vienen”.
“Con lo que a mí me sucedió él estuvo demostrando que había un compromiso, y yo no era nadie (… ) la actitud de él fue comprometida, fue valiente, y en mi caso fue eficaz”, concluyó.
Aunque admite que lo conoció durante muy poco tiempo, Mosca recuerda al ahora papa Francisco como un hombre de gran sencillez.
“Era una figura tan humilde, tan discreta, me parecía que no ocupaba el puesto que realmente ocupaba”, confesó. Era “un tipo muy sereno y que me quería transmitir paz, y un tipo de un humor muy fino”, recordó.