Sería el número 20 de los planes de seguridad para sembrar la ilusión de que pronto podemos andar por las calles sin temor. Con el particular rasgo de no estar dirigido por los cuerpos de seguridad sino por un escuadrón de papachongos y mamazongas que irían “de lo local a lo nacional”, Nicolás dixit, repartiendo besos y cariños entre el malandraje para que abandonen el camino de la violencia y tomen el del amor.
Diosdado, con su peculiar estilo de “carrito chocón”, nos recordó que todos esos malandros, con promedio de 21 años (nacidos o criados en la revolución) eran “hijos de los delincuentes formados en la IV república”, con el crimen en la sangre, “inoculado” por el pasado.
En el discurso del #EntornoPodrido además de culpar a la IV y a los medios de la delincuencia, parte de la estrategia revolucionaria de culpar al Otro, como en Cuba culpan al “bloqueo” del hambre, también se habla de que “la inseguridad es un problema de conciencia”. A reforzar ésto va dirigido el nuevo plan de Nicolás cuando llama a los Pranes a “tomar conciencia” y Aristóbulo en Anzoátegui lo refuerza diciendo que “la seguridad es un problema de conciencia”, no de “impunidad” ni “prevensión” sino de “buena conducta” de “no beber, no consumir drogas y respetar las reglas”.
Es una forma velada de culpar de la inseguridad al pueblo. No es un hecho inocente, está fundado en prácticas perversas de manipulación masiva como la de poner el acento de la culpa de la delincuencia en “las madres que no supieron educar a sus hijos”. Coño Nicolás, ¿hasta cuándo le ves cara de pendejo al pueblo?.