En los seguidores del oficialismo hay profunda desconfianza de su candidato, no le creen a Maduro. Les parece un billete de quince. Se le pasó demasiado rápido el pesar por su líder. Eso es demasiado sospechoso. Es uno más del #EntornoPodrido. Hay quienes piensan que hasta puede ser peor que Diosdado, que ya es mucho decir.
La ambiguedad de las actuaciones de Maduro, la incoherencia de su pobre discurso y sobre todo su natural propensión a la mentira y a la manipulación, rasgos todos demostrados suficientemente en los días de la enfermedad del ex-presidente y en todas sus actuaciones públicas posteriores alimentan esa percepción general. Los militantes rojos de base comentan con frecuencia su indigno proceder.
Fiarse de alguien que ha sido cogido en sus mentiras es arriesgado. Es impredecible. Nunca se sabe con qué viene. En 120 días de gobierno, lo único que ha dejado son dos devaluaciones, escasez e inflación. La base oficialista piensa que un sujeto así puede “sacar las garras” en cualquier momento.
Pero lo que más angustia al militante rojo es el uso abusivo que hace de la figura del desaparecido presidente. Lo perciben falso, sin autenticidad, desabrido. Dicen que un huevo sin sal.
¿Por qué Maduro no se muestra tal cual es? ¿Por qué tiene que andar imitando en todo al finado? ¿Qué tanto esconde detrás de una figura? ¿Por qué no habla de los temas que interesa a los pobres? ¿Cómo va a garantizar las misiones?
Son interrogantes que se formulan y la ausencia de respuestas acentúan la desconfianza.
Andar detrás del difunto no le hace bien a Maduro ni al país, para muchos de sus seguidores es una conducta bochornosa, un abuso de alguien sin méritos propios que defraudará sus expectativas.
Con un tipo así no hay futuro, puede hacer uso del voto de sus seguidores para su beneficio y nada más. Maduro muéstrate, deja a ese difunto que descanse en paz.