Cuando eres pequeño hay dos mitos que se derrumban según creces. Uno, que los Reyes Magos existen. Y otro, que a la gente ‘lista’ le va mejor en la vida. Sin embargo, la inteligencia, el cociente intelectual, no lo es todo y ser superdotado no es sinónimo de éxito, publica el portal Gonzoo.
Fernando Marín tiene ahora 9 años, y cuando sólo tenía 7 decía cosas como: «Habría sido mejor que no hubiese nacido», «soy el pelele de la clase» o «yo lo único que quiero es una vida tranquila». Los nudos en la garganta le acompañaban cada mañana según se acercaba la hora de ir al colegio, detestaba ir a clase y a sus compañeros, que se reían de él por su forma de expresarse: «Hablas mayor», le decían.
Cuando su madre acudió al psicopedagogo del centro educativo, éste le dijo que Fernando era superdotado. Su cociente intelectual (CI) era de 144 —se considera superdotado a partir de 130— y lo que parecía un niño problemático resultó ser un niño incapaz de adaptarse a su entorno «por sentirse diferente».
Ahora, las frases depresivas las ha cambiado por un lema: «Al tener altas capacidades tengo más oportunidades de que me vaya bien». Sí, pero siempre y cuando sepa desarrollar su inteligencia emocional, la única manera de ser feliz, según coinciden los psicólogos.
Los mitos del superdotado
Este no fue el caso de Julia Martínez, a quien le diagnosticaron un CI de 141 con 8 años. Esta periodista de 25 años reconoce que no ha sido más feliz por tener una sobredotación, sino por hacer siempre lo que ha querido. «Los profesores me habían elogiado desde pequeña, así que cuando me dijeron los resultados del test simplemente fue como una confirmación de algo que ya sabía. Pero no me sentía mejor». Para que lo entendiera, su padre le puso un ejemplo: «Es como si tuvieras una caja más grande en tu cabeza y pudieras guardar más cosas. Ahora depende de ti si quieres llenarla y con qué».
Ella reconoce que podría haber aprovechado muchísimo más su potencial, pero que no se arrepiente de no haberlo hecho. «Podría haber estudiado más y sacar más dieces, pero, ¿de qué me hubiera servido? Al final he hecho algo que me gusta y soy feliz». Julia, además, rehúye de los tópicos asociados a los superdotados: «Se dice que tienen pocas habilidades sociales, que se les da mal el deporte… Yo tenía muchos amigos y sí, se me daba mal el deporte, pero me encantaba practicarlo».