Lo que fue Cuba antes del castrismo, producía seres humanos así, grandes, elegantes, aristocráticos, decentes. Pero eso acabó. Se extingue una estirpe y lo que queda es la chusma, es decir nosotros.
El mayor crimen castrista no es la destrucción evidente de un país sino la aniquilación de lo que humanamente rezumaba la textura vital de ese país. La devastación de un contexto social que producía gente como las que he mencionado es el peor de los horrores castristas.
Todo lo que ha tocado el castrismo es vil y lo será por siempre.
Y como si fuera poco asistir aterrorizado al final de una especie, tengo que leer las tonterías, las estupideces y las canalladas que publica la prensa española sobre la muerte del pianista. Que si el “comandante llegó y mandó a parar”, que si el hijo de Bebo, Chucho Valdés, un fidelista rastrero, es una víctima también del castrismo. Que si “a pesar de las gestiones que se hicieron, el maestro Bebo decidió no volver a Cuba, tal vez sintió que era demasiado tarde”. Impresionante.
Si alguna vez vuelven a existir los cubanos su primer deber será recordar a toda la gentuza que, durante décadas, colaboró con la aniquilación de los cubanos. Toda la llamada izquierda europea, para empezar, vendida por un chocho joven o por una polla descomunal. No hay que olvidar nunca a esos canallas y si queda alguno vivo por entonces es imprescindible pasarles la cuenta