Nicolás Maduro no es una persona que esté preparada para gobernar a Venezuela. Ser presidente requiere de un conjunto de capacidades y destrezas que no posee Maduro. Un presidente no puede ser una persona que hereda un liderazgo sino más bien él debe ser el líder. Un aspirante a presidente debe tener una visión estructurada del país, de su historia, sus principales problemas y hasta de su geografía. En estos días finales de la campaña electoral Maduro ha evidenciado limitaciones fundamentales que lo inhabilitan como presidente. Para empezar, debe decirse que él no es un líder que ha construido su posicionamiento paulatinamente. Nunca ha disputado una elección donde se valoren sus propios méritos como dirigente.
En materia económica Maduro está totalmente perdido. Primero, amenazó a los grupos económicos con no suministrarles los dólares que requiere la economía para su funcionamiento. Luego, planteó que el dólar paralelo había que torcerle el brazo y bajarlo. Para ello el gobierno diseño un sistema de subastas de dólares que acabó en un fracaso monumental con una depreciación del bolívar de más de 100% cuando se asignaron los primeros dólares. Pero no se ha quedado allí. Maduro habla de sabotaje económico cuando la economía está experimentando niveles de escasez que sobrepasan el 20%. El sabotaje en realidad lo tiene el mismo gobierno con la aplicación de un control de precios y de cambio que asfixian la actividad productiva. Todo lo que en materia económica ha dicho Maduro son frases hechas tales como “la burguesía apátrida”, “la burguesía parasitaria”, entre otras. No ha dicho una sola palabra sobre política petrolera y sobre la delicada situación financiera por la cual atraviesa PDVSA.
En lo relativo al grave problema eléctrico que sufre Venezuela, la tesis de Maduro ha evolucionado desde culpabilizar a una iguana de los frecuentes apagones hasta el sabotaje. Claramente con un enfoque tan limitado del problema es imposible resolver el déficit eléctrico que sufre el país. Ahora bien, un gobierno que ha dispuesto de recursos ilimitados sin que ni siquiera se asome una solución a estas falencias de electricidad dice mucho de la ineptitud que ha imperado y de la cual Maduro ha sido pieza fundamental.
Maduro ha hablado y actuado como si fuese un miembro del gobierno cubano. Tuvo el tupé de entonar el himno de ese país sin parpadear en un acto público y en cadena nacional. Pero es que además se ha desdoblado en alabanzas a la tiranía castrista. Es inconcebible que el pleno siglo XXI un aspirante a gobernar a Venezuela piense que el modelo cubano hoy signifique algo que pueda ser imitado o emulado. En Cuba impera una dictadura que ha arruinado a ese país y donde se violan a mansalva los derechos humanos.
Viendo el desempeño de Maduro, su falta de cultura política y general y de su capacidad de mando, cuesta imaginar que pueda ser un buen comandante de la Fuerza Armada Nacional. Hoy, dado el profesionalismo de la institución militar en Venezuela, cuesta pensar que Maduro pueda dirigir a oficiales con un nivel de formación muy superior al que el aspirante detenta. Conducir la FAN exige de liderazgo y un nivel de formación intelectual para entenderse con oficiales que actualmente poseen elevados criterios sobre los principales asuntos y problemas de Venezuela.
Pero donde han sido claras las carencias de Maduro es en temas de geografía de Venezuela. Mencionar a San Fernando Apure como un estado en lugar de la capital o hablar del estado Margarita, dice mucho de sus lagunas en su formación.
Es inaceptable que la Venezuela del siglo XXI la pueda dirigir una persona con tales deficiencias, que de verdad rayan en la ignorancia. Ello sería un salto a la Venezuela de oscuridad que ya se había dejado atrás. Maduro pertenece a un grupo cuya principal experiencia fue el activismo sin nunca preocuparse por su formación. Con la lectura apresurada de un par de manuales de marxismo-leninismo no se puede dirigir a un país. Maduro no tiene con qué gobernar a Venezuela.