Nicolás Maduro ganó por tan poco margen durante las elecciones del domingo, mediante el uso de un extraordinario aparato gubernamental y de recursos estatales pocas veces visto para movilizar el voto a su favor, que no cabe otra cosa que legitimar su futuro gobierno mediante el conteo total de los votos.
Maduro no tiene otra salida si quiere gobernar con legitimidad. Un reconteo de votos que salga a su favor podría significar la fortaleza que ahora no tiene, y un reconteo en contra lo legitimaría igual como una persona respetuosa de las instituciones, como para empezar a construir su propio cono de fuerza política – lo que ahora solo tiene por inercia de Hugo Chávez – de cara a elecciones futuras.
Maduro no tendrá el plafond político necesario para gobernar mientras Henrique Capriles siga legítimamente pidiendo por un reconteo de votos, debido a las denuncias por doquier sobre las irregularidades que se habrían cometido en el proceso electoral y en el conteo de votos, a través de un organismo electoral que siempre demostró favorecer al Poder Ejecutivo.
Un reconteo de votos permitiría que emerja la verdad en Venezuela, al menos a medias, ya que solo permitiría descifrar qué tipo de vicios hubo en el conteo de votos, no así en el proceso electoral mismo, que tuvo al aparto entero del gobierno cinchando y manipulando a su favor.
Maduro, antes de cualquier decisión de la Comisión Nacional Electoral, debería suspender el acto de asunción de este viernes y no permitir que los gobiernos extranjeros se tengan que definir a su favor o en contra. Sería una sorpresa mayúscula y un gesto que lo podría diferenciar con su antecesor, una buena forma de empezar a construir su propia figura política y definir un gobierno de alternativa, que incluya a las dos Venezuela que emergieron y se manifestaron el domingo