Considerado el único ecosistema exclusivamente brasileño, la “caatinga” enfrenta una explotación indiscriminada de recursos que amenaza a especies como el armadillo “tatú bola”, la mascota del Mundial Brasil-2014, advirtió un experto en el tema.
Ubicado en el noreste de Brasil, el ecosistema abarca 10 de los 27 estados brasileños y representa casi el 7% de todo el territorio.
Este domingo se celebra el Día Nacional de la “caatinga, una palabra de origen indígena que significa “vegetación blanca”.
En total son 844.453 km2, un área más extensa que los territorios unidos de Francia, Reino Unido y Suiza. El paisaje es semidesértico, con plantas espinosas e intensos períodos de sequía y baja humedad.
“La caatinga es el patito feo de los biomas brasileños. Es el menos conocido y el que menos recibe inversión pública. Eso se explica por la visión equivocada de que es un ecosistema pobre”, dijo a la AFP el ingeniero agrónomo Marcelo Tabarelli, profesor de la Universidad Federal de Pernambuco (noreste).
Pero “la verdad es que es diverso y tiene muchas especies endémicas”, agregó Tabarelli, quien lleva 15 años estudiando el ecosistema.
La “caatinga” se extiende por los estados de Alagoas, Bahía, Ceará, Maranhão, Pernambuco, Paraíba, Río Grande do Norte, Piauí y Sergipe hasta el norte de Minas Gerais.
La zona alberga 932 tipos de plantas, 178 de mamíferos, 591 de aves, 177 de reptiles, 79 de anfibios y 241 de peces.
Entre las especies más llamativas y amenazadas al mismo tiempo está el armadillo “tatu bola”, la mascota de la Copa del Mundo 2014. Ante la advertencia de peligro, el animal se recoge en sí mismo casi como si fuera un balón de fútbol.
La “caatinga” intenta sobrevivir al uso indiscriminado de la tierra para la agricultura, la quema de leña nativa en las casas y la tala de árboles.
Amenazas todas vinculadas con la expansión de la frontera agrícola de Brasil, uno de los mayores productores mundiales de alimentos, según expertos.
Se estima que un 46% del ecosistema ya fue deforestado, de acuerdo con cifras del Ministerio de Medio Ambiente brasileño.
“Falta planificación en el uso de los recursos naturales de la caatinga. La población depende de ellos, pero sin planificación se repite el círculo degradación de tierra-pobreza”, explicó Tabarelli, doctor en ecología y consultor del Grupo Boticario de Protección de la Naturaleza.
Unas 27 millones de personas habitan la región y la mayor parte sobrevive de la actividad agropecuaria, sobre todo de la cría de cabras y cultivos de frijol y maíz.
Tabarelli reclamó la creación de nuevas áreas de conservación permanente, indispensables para la preservación de la “caatinga” y que hoy apenas cubren el 1% del ecosistema.
“Las acciones (gubernamentales) han sido puntuales, pero hace falta una política de desarrollo sostenible”, sostuvo.
“Se necesita invertir en educación, en transferencia tecnológica. El obstáculo no es tecnológico, más bien es político”, concluyó. AFP