“Nicolás creció a la sombra de este enorme coloso (su padre), consciente de su propia inferioridad”.
Su creador “que no sabía nada de los complejos físicos o emocionales, le consideraba débil y un tanto imbécil. Le llamaba «niñita» y pensaba que no tenía mucho sentido prepararle para las tareas de gobierno.”
A la muerte de su progenitor, “Nicolás estalló en sollozos y exclamó patéticamente ante su primo: «¿Qué va a ser de mí y de todo el pueblo? No estoy preparado (…). Nunca quise serlo. No sé nada de cuestiones de gobierno. Ni siquiera sé cómo hablar a los ministros».”
“Su reinado comenzó desastrosamente. Poco después de su coronación (…) se organizó una fiesta de celebración (…) A primera hora de la mañana, cerca de medio millón de personas se había reunido esperando recibir gratis jarras de cerveza, galletas y salchichas. A medida que iba llegando más gente, fue corriendo el rumor de que no había suficientes para todos. La multitud avanzó. La gente tropezó y cayó en los fosos militares, donde se ahogaron y fueron aplastados hasta que murieron. En pocos minutos murieron mil cuatrocientos personas y seiscientas resultaron heridas. Sin embargo, se le convenció para que continuara con las celebraciones (…) La opinión pública se sintió ultrajada.”
“Pero Nicolás no había sido bendecido ni con la fuerza de carácter de su padre ni con su inteligencia. Esa fue la tragedia de Nicolás. Con sus limitaciones solamente podía representar el papel de un autócrata, mezclándose la labor de gobierno (y trastornándola) sin dotarla de ninguna capacidad de dirección”
“La completa incapacidad para manejar y dar órdenes a sus subordinados era una deficiencia obvia. (…) Tal comportamiento impredecible provocó sentimientos de inseguridad dentro de los círculos dominantes.”
“Mientras que su padre se había detenido solamente en las cuestiones más importantes de la política y había delegado la mayoría de sus funciones ejecutivas menores en sus subordinados, Nicolás demostró ser bastante incapaz de ocuparse de otra cosa que no fueran los asuntos más triviales. (…) A Nicolás, cuya mente estaba dedicada a las cosas pequeñas, le parecía que el papel del verdadero autócrata, que rige en persona desde el trono, era precisamente el de ocuparse de todos los detalles menores de la administración (…) Nicolás demostró que era incapaz de elevarse por encima de estas ínfimas tareas. (…). Nunca se le ocurrió que un autócrata podía ser empleado más útilmente resolviendo las amplias cuestiones de Estado. Su mente era la de un miniaturista, muy bien amoldado a los detalles más pequeños de la administración pero incapaz de sintetizarlos en principios generales de gobierno.”
“Para defender sus prerrogativas autocráticas, Nicolás creía que necesitaba mantener a sus funcionarios en un estado de debilidad y división. Cuanto más poderoso se hacía un ministro, más celoso se sentía Nicolás de sus poderes.”
“El resultado de todo fue privar al gobierno de una dirección o una coordinación efectivas durante los últimos años del régimen. Nicolás fue el origen de todos los problemas. Si hubo un vacío de poder en el centro del sistema gobernante, él fue ese espacio vacío. (…) Un zar determinado a gobernar desde el trono pero bastante incapaz de ejercer el poder. Fue una «autocracia sin autócrata» (…) En lugar de delegar poder se entregó a una fantasía de poder absoluto”.
Cualquier parecido entre el Zar Nicolás y el «Ilegítimo» es pura coincidencia.
El texto fue tomado de Orlando Figes: “La Revolución Rusa (1891-1924). La Tragedia de un pueblo”, pp. 48-56