Nuestra dirigencia opositora tiene que soportar furiosos embates de los rojos, inclusive agresiones físicas, juicios y hasta cárcel. También debe cargar con el sambenito que le colocan algunos de los nuestros por considerar que se ha limitado a “colaborar en la farsa electoral para legitimar al régimen”.
Que los rojos agredan a nuestros dirigentes y a los ciudadanos de a pie, no es de extrañar. Ellos son inescrupulosos y violentos. Lo sucedido el 30 de abril en la Asamblea debería avergonzarlos. Matones y “matonas”, como dirían los pervertidores de la lengua castellana, golpearon cobardemente a quienes nos representan en el parlamento. Para ello se valieron de guardaespaldas, de que son más numerosos y de ataques a traición. Creo que Jesús Farías padre nunca hubiese golpeado a una Nora Bracho, como hizo su hijo. Argelia Laya, mujer de armas tomar, no hubiese atacado por la espalda a una María Corina, como hizo Nancy Asencio. En épocas pasadas no había matones como Michael Reyes, ni instigadores mentirosos como Pedro Carreño o cínicos como Diablodado Cabello. Solo cabe llamar cobardes a los agresores y agradecer la valentía y estoicismo de nuestros diputados, hombres y mujeres.
Que ciudadanos de oposición critiquemos a nuestros dirigentes es normal y deseable. Hoy todos tenemos el derecho y el deber de opinar, aún cuando a algunos políticos y analistas del área consideran que ese es un coto cerrado de los profesionales de la política. En el mundo civilizado, las ONG y simples ciudadanos critican y presentan propuestas. Lo que sí es nefasto es que en esta difícil lucha unos pocos quieran influir en los más a punta de calumnias a nuestra dirigencia.
Es inadmisible que sigan insistiendo que Borges se presta al juego del gobierno, que Petkoff sigue siendo comunista y por ello juega del lado de los rojos, que Pompeyo impidió el “éxito” de las guarimbas, que el grupo La Colina apoya las trampas del CNE y otras infamias. Es su derecho postular que aquí lo procedente es tomar las plazas, como en Egipto, cerrar las calles, aunque nosotros mismos quedemos encerrados, o irnos indefinidamente a las avenidas. Sin embargo, deberían tomar en cuenta que el régimen enviará de inmediato a sus secuaces, como los que asesinaron a Maritza Ron en Altamira o a Evangelina Carrizo en Machiques; si los paramilitares no son suficientes, apelará a los guardias nacionales devenidos en gatillos alegres y si procede como con los militares de Altamira, nos dejan en las calles hasta que nos cansemos. Aun si aceptamos que para salir de una dictadura hay que arriesgar vidas, no podemos olvidar que en estos momentos un 45% de la población simpatiza con el oficialismo. Por ello, respetando otras ideas, somos enfáticos en defender las actuaciones del Comando de Capriles. Lo demás son “vapores de la fantasía”. Gracias a estas elecciones, tanto el CNE, como Maduro, están desprestigiados a nivel mundial e ilegitimados en Venezuela.
Como en botica: Tan repudiable como los alevosos ataques de los rojos son sus mentiras para intentar culpar a la alternativa democrática. ¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!