Esta crisis que nos tiene en un sinvivir también golpea de lleno al mundo del latrocinio. No sólo porque hay menos cosas de valor que robar, sino porque ya se meten a rateros inútiles sin talento, sujetos que, seguramente, harían avergonzarse del ‘oficio’ a personajes tan poco ejemplares como ‘El Dioni‘, si es que el hombre dedicara parte de su tiempo a leer este post, reseña el portal 20minutos.
El ejemplo más reciente de ladrones torpes lo tuvimos la semana pasada en el municipio chileno de Pedro Aguire Cerda (delicioso nombre para una localidad que, además, tiene una web muy sofisticada, o_O). Allá, un grupo de zoquetes asaltó una gasolinera para llevarse un cajero automático que acababan de instalar. Llegados al lugar del crimen, los cacos intimidaron al personal y se valieron de un vehículo para arrancar de cuajo el cajero y salir huyendo. Hasta aquí, todo correcto y reconozco que el apelativo zoquetes puede parecer excesivo (me puede la pasión). Ahora bien, resulta que el dispositivo estaba vacío. No había un solo peso o dólar con el que dar utilidad a los bolsillos del pantalón. De nuevo, hasta aquí, el robo no parece tan extremadamente tonto, pudiera ser un golpe de mala suerte. Pero, resulta que ¡¡¡ante sus narices se exhibía un cartel que decía que el cajero estaba vacío!!! ¿Por qué continuaron con su fechoría? ¿No se fiaban de la palabra del gasolinero? ¿No saben leer?
De su ridículo plan, sólo se salva el método de huida, pues abandonaron la escena del asalto arrojando tachuelas a la carretera, para que los coches de policía pudieran seguirles los pasos. Aún no se conoce la identidad de los ladrones y, por su propia vergüenza, más vale que no se sepa nunca, porque iban a ser los bobos de la cárcel. Como decía mi abuela, perfecta exponente de la sabiduría popular, en el pecado llevan la penitencia.