En Venezuela la lista de víctimas de sicariato es larga. El hecho de que haya cada vez más personas dispuestas a matar, y otro tanto más que son capaces de pagar por quitarle la vida a otro, ha propiciado que este tipo de crimen sea parte de la cotidianidad del país. Aquí aplica uno de los principios de la ley de la oferta y la demanda.
“Mientras más violencia existe en el país, menos vale la vida de una persona. Las muertes por encargo han proliferado en Venezuela porque hay personas que se dedican a ello y hay gente que paga, sin importar lo que cueste, para que alguien cometa ese delito. Es muy difícil determinar la autoría intelectual, porque se debe probar que se hace el pago, pero está comprobado que mientras más poder adquisitivo tiene una persona, más paga por alcanzar su objetivo y mientras más importante sea la figura que se quiera matar, el sicario le pone mayor precio”, explicó el abogado criminalista Fermín Mármol García.
El experto advierte que en Venezuela ha variado la esencia de lo que era el sicariato como delito importado de Colombia y México, donde tuvo auge en la década de los noventa principalmente en casos de narcotráfico. “Si bien es cierto que los primeros casos reportados en el país ocurrieron en las zonas fronterizas, ahora se registra en todas las ciudades. Los móviles van desde un conflicto pasional, hasta simples deudas o desacuerdos personales, y la víctima no necesariamente está implicada en algún problema, sino que simplemente alguien lo manda a matar porque lo considera una manera de hacer justicia”, comentó.
La muerte viaja en moto. Cuando en 1994 se estrenó la películaSicario, del director venezolano José Ramón Novoa, la trama resultaba un tanto ajena a la realidad local. Ilustraba la manera en que las mafias de la droga entrenaban en Colombia a jóvenes para cometer crímenes por encargo.
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