Arias deberá tragarse sus palabras altaneras del tipo “¿te gusta el contrabando” espetadas a los periodistas por preguntas incómodas, acusándolos en cierto modo de promotores del “bachaqueo” o contrabando de extracción en la región zuliana. Además de decirle a su vástago que el guiso de los chips queda para otra ocasión.
Plena de hipocresía revolucionaria, la decisión de Nicolás tampoco es que sea una maravilla. A falta del “papachip” dio énfasis a su “instrucción a la Fuerza Armada para que supervise los supermercados”. Una clara amenaza. Las eventuales revueltas de gente arrecha al no encontrar harina pan, aceite o papel tualé, serán duramente reprimidas a través de un programa especial del plan “patria segura”. Será inútil.
Al interior del mundo rojo las acusaciones van y vienen. De un lado dicen que el “papachip” de Arias Cárdenas “fue un invento en complicidad con Diosdado para acelerar el deterioro del gobierno de Maduro”. De vuelta repican: “Nicolás dejó correr el anuncio del racionamiento electrónico para luego detenerlo, lucir como el bueno y dejarnos mal parados”. Mucha es la historia sumergida debajo del recule del “papachip” y mucha la que falta por rodar. Arias tiene vasta experiencia en soportar humillaciones, traicionar y esperar su oportunidad. Nicolás tampoco se queda atrás en esos departamentos.