Los turistas que pasean por el malecón de Puerto Baquerizo, en Galápagos, miran sorprendidos los lobos marinos que descansan al sol sobre los bancos del paseo, pero lo que la mayoría de ellos ignora es que la especie, en peligro de extinción, tiene aquí uno de sus refugios más seguros.
Un estudio de diciembre de 2012 de la Dirección del Parque Nacional Galápagos (PNG) indica que la población de lobos marinos de este archipiélago ecuatoriano ha disminuido en un cincuenta por ciento en los últimos treinta años.
“Existe gran preocupación sobre el futuro del lobo marino de Galápagos”, especie endémica de este archipiélago, incluida en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), señala el documento, facilitado a Efe.
El informe cifra la población actual de lobos marinos en isla San Cristóbal, uno de los principales núcleos de concentración de estos mamíferos, en 1.496 ejemplares.
El elemento esperanzador es que la cifra es algo mayor a los 1.398 que se contabilizaron en el censo de 2011.
En todo el archipiélago se estima que podría haber entre 14.000 y 16.000 lobos marinos, dijo a Efe el director de la Unidad Técnica del PNG en San Cristóbal, Carlos Ortega, quien citó un estudio del año 2000.
En Punta Carola, una pareja de lobos marinos mira distraídamente a los bañistas y sigue dormitando sobre la blanca arena y, más allá, otro par de ejemplares juega en el agua, cerca de la orilla.
Los turistas no ocultan su sorpresa por poder acercarse tanto a los animales, que no muestran signo alguno de inquietud, salvo un ruidoso bufido para ahuyentar a aquellos que se aproximen demasiado.
Esa playa, próxima al centro de Puerto Baquerizo Moreno, es uno de los lugares preferidos de estos animales, a los que también se puede ver en Bahía Naufragio, la bahía de San Cristóbal que, junto al malecón, concentra a unos 500 o 600 individuos, cerca del 45 por ciento de los lobos de la isla.
Fuera de la ciudad, ‘Lobería’ es otra playa frecuentada por los lobos (“Zolophus wollebaekii”), que reposan en la orilla o sobre las negras rocas volcánicas.
En esta playa, donde también pueden encontrarse algunas iguanas, pinzones de varios tipos, fragatas y canarios maría, los machos vigilan a las hembras de su harén sin interrumpir su tranquila siesta, salvo imprevistos.
“Ellos están aquí (en San Cristobal) por la comida. Aquí viven tranquilos y no se sienten amenazados”, comentó Carlos Ortega, quien explicó que las últimas manifestaciones del fenómeno de El Niño, que incidió en las corrientes de agua que rodean el archipiélago de Galápagos, afectaron su hábitat y redujeron su comida, básicamente pescado.
El informe elaborado por el PNG, sin embargo, menciona la presencia de animales como perros, gatos y ratas que pueden transmitirles enfermedades e incluso agredir a los lobos, como ha ocurrido con algunos cachorros atacados por canes.
También se han encontrado lobos con mallas enredadas en torno a sus cuerpos, con anzuelos o con heridas de hélices, golpes y enfermedades de la piel.
Ante estas circunstancias, el parque elaboró un “Plan de manejo para la conservación de los lobos marinos” que implica un gran número de acciones encaminadas a preservar la población de lobos durante los próximos cinco años.
El programa implica al sector turístico, al pesquero, a las autoridades, instituciones de conservación, guías naturalistas y miembros de la comunidad, todos ellos volcados en la conservación de las colonias.
Para evitar conflictos con pescadores, cuyas embarcaciones han sido dañadas en ocasiones por lobos que se suben a ellas (algunos machos pesan hasta 250 kilos) se han colocado en la bahía dos plataformas flotantes sobre las que se concentran varias decenas de “zalophus” y también mallas alrededor de barcos para evitar el acceso de los mamíferos.
El parque dispone de un servicio permanente, con un equipo de tres guardas que atiende cualquier incidencia relacionada con estos simpáticos mamíferos.
Estas medidas, junto a una campaña con el eslogan “El lobo marino, la cara de San Cristobal” han contribuido a concienciar a la población sobre el valor de estos animales en la comunidad isleña, lo que ha reducido los incidentes surgidos entre los animales y vecinos
Ortega señaló que “de 2012 hasta ahora se ha notado que la comunidad respeta más su hábitat”, señaló Ortega, quien precisó que ha disminuido considerablemente el número de casos de maltrato a lobos.
“La comunidad ahora respeta más el hábitat de estas colonias. Sabe que primero fueron ellos y luego nosotros y por ende ya no tenemos tantos reportes de novedades (incidentes) a diario”, concluyó. EFE