¿Viagra musical? ¿Sex Music? ¿Canciones pop que estimulen el deseo? El día de los Enamorados nos sirve de excusa para dar una vuelta por el lado salvaje de la cama musical. Serge Gainsbourg y los gemidos de Jane Birkin fueron los primeros en mostrar que la música puede encender nuestras pasiones más íntimas.
Pero hay más.
El amor es, probablemente, el tema estrella de la música popular y hay muchas melodías que estimulan el contacto físico. Así lo entendió Serge Gaingsbourg, el compositor francés más feo y ligón del siglo pasado, que incluyó los sensuales gemidos de su novia en su canción estrella, “Je t’aime moi non plus” (Yo te amo, yo tampoco -1969).
Los jadeos orgásmicos de la británica Jane Birkin que subrayaban la línea melódica estimularon la libido de miles de personas y supuso un escándalo mayúsculo en todo el mundo y su inclusión en el índice de canciones no radiables.
Casi 50 años después, la canción sigue ruborizando a los bienpensantes aunque sus versos -“Tú eres mi ola, yo la isla desnuda”- han perdido un poco de picante. Su impacto destapó una nueva época -pecho, media nalga y mucho satén- y numerosos artistas como Pet Shop Boys, Nick Cave o Cat Power, han revitalizado su sonido.
En español, el puertorriqueño Chayanne interpretó, al inicio de su carrera, una sorprende versión junto a Natalia titulada “Éxtasis” que, a día de hoy, todavía nos pone los pelos de punta. Búsquela en la red antes de que la borren.
El uso del jadeo femenino en una canción pop no acabó aquí. Yoko Ono alcanzaba el orgasmo -o eso parecía- en la canción “Kiss Kiss Kiss”(1980), incluida en el disco “Double Fantasy” de John Lennon. El sex appeal de la artista japonesa no fue suficiente para mejorar una composición, por lo demás, poco excitante.
No hay que olvidar que el impacto visual es uno de los estímulos más potentes en el apareamiento. Muchos entienden como “sexy” la canción “You can leave your hat on”(1986) del ex fontanero Joe Cocker.
Se equivocan: la voz rota del galés es lo de menos cuando, lo importante, es el baile de la actriz Kim Basinger ante un estupefacto Mickey Rourke en la película “Nueve semanas y media”. Ella, sin duda, es la clave y basta con acudir algún festejo familiar subido de alcohol para comprobar los estragos que todavía causan aquellas inolvidables imágenes.
Sí es verdad, en cambio, que la música soul es más propensa a asociarse con el calor humano y el goce sensorial. La profunda voz de Barry White cuando canta “It’s Ectasy When You Lay Down” (1977), la chispa de un James Brown desaforado gritando “Sex Machine” (1970) o la dulce intencionalidad de Marvin Gaye en su “Sexual Hearling” (1982), pueden ser la llave sonora de algunas alcobas impenetrables.
En esta línea del estímulo musical, muchos amantes apuestan por sonidos mínimos que facilitan la concentración y que se caracterizan por ritmos repetitivos, mecánicos e hipnóticos.
Para ello, algunas listas muestran su predilección por bandas de trip-hop de los noventa como Massive Attack y Portishead o artistas más actuales como Flying Lotus. Al fin y al cabo, te olvidas de la canción, pones el disco y hasta que acabe el asunto.
Punto y aparte, merece la pena mencionar el reguetón como estilo caliente, euforizante y explícitamente sexual. La fogosidad de su baile, el contacto de la carne y las letras tipo “Dale que Dale” quitan misterio al acto pero gana adeptos en el universo latino del amor.
Eso sí, para aquellos que en su día bailaron “La Lambada”(1989) de Kaoma, todo esto del “perreo” les queda un poco grande para su artrosis.
De brocha gorda también hay que mencionar el uso del heavy metal como estímulo vigorizante. La canción “Animal (Fuck like a Beast)” de los norteamericanos W.A.S.P. es suficiente muestra de lo que podemos encontrar cuando hay un subidón de hormonas.
Con mayor o menor delicadeza, ya vemos que hay banda sonora para el amor. No hace falta dejarse seducir por ningún santo comercial para regalar buena música o para aplicarse con la pareja.