Nuestra lucha es una lucha por la verdad. Y es así porque no se trata de la lucha de un solo hombre, ni la de un liderazgo político ni la de unos pocos. Es una lucha que ha emprendido cada venezolano y cada venezolana desde sus espacios de acción.
¡Y no hay poder que pueda contra un país que está determinado a conquistar su futuro!
En las casas, por ejemplo, las familias se han convertido en la más fuerte de las agrupaciones políticas que hayan existido en toda la historia del país. Se han convertido en nuestros comandos familiares, dando ejemplo y contagiando la esperanza y el deseo del futuro compartido, madres y padres saben que este país puede brindar algo mejor a sus muchachos y se los hacen saber. Con fuerza y mucha fe, los forman en las convicciones y los valores que necesitamos justo ahora para salir adelante.
En las comunidades se siente la fuerza de esas familias sumándose. Se acompañan, se celebran y se felicitan en los momentos buenos de la vida. Y en los momentos difíciles se cuidan, se protegen y se apoyan, sobre todo en esas vicisitudes en las cuales el gobierno nacional ha dejado desamparado al ciudadano. Juntas han decidido construir un país que hemos pensado juntos y que saben que quienes están ahora en Miraflores no pueden darle.
Esas comunidades ya demostraron que han decidido plantarse en contra de la ineficacia, de la corrupción y de la impunidad, también sumándose. Parroquias y municipios enteros han demostrado que el país que estamos buscando es el mismo y no se parece en nada al que han intentado imponer durante años desde las oficinas del palacio. Cada día queda confirmado que las políticas que han aplicado durante ya quince años han sido una equivocación tras otra.
Y así nos hemos ganado la confianza de la gente de bien y de progreso, que son mayoría en cada uno de los pueblos, ciudades y estados de este país que está decidió a cambiar las cosas, pero haciéndolo bien. Lo hemos hecho a punta de trabajo, de ganarnos la confianza de cada venezolano. Aquí a nadie le han regalado nada, todo ha sido el fruto del trabajo y del apoyo popular.
Si desde el poder creen que van a hacer que la gente se desvíe del futuro que ha decidido conquistar sacándonos de los medios, poniéndonos nuevos obstáculos o generando una falsa agenda política, llena de cortinas de humo, se equivocaron. Ya nuestro pueblo no cae en esos artificios, propios de la más rancia manera de hacer política.
Quienes han gobernado durante años lejos del pueblo y a punta de pantalla, instalados en sus oficinas, creen que eso que pasa en las familias, en las casas, en las comunidades y en los pueblos y ciudades de Venezuela va a detenerse porque tapen una pantalla o nos saquen de un medio.
Lo hemos dicho más de una vez: cuando las cosas se hacen bien, pasan cosas buenas.
Nicolás y su combo ya no pueden ocultar que son un mal gobierno, unos equivocados. La inflación, las devaluaciones, la inseguridad, la escasez, la impunidad, las muertes, los apagones. Y a eso se le suman los corruptos sapeándose entre ellos, la incapacidad para ejercer un liderazgo nacional y un partido que se les vino abajo, perdiendo a su militancia porque amor con hambre no dura.
No han podido cumplir ni una de las metas con las que se llenaron la boca en las dos campañas presidenciales pasadas, en las que sólo vieron una cosa: que la gente se les fue, que perdieron al pueblo, que no hay manera de mantenerse en el poder si no con trampas y chanchullos.
Ya hasta la plata con la que compraron a más de uno se les acabó. Se la robaron. Saquearon al país y ahora no saben qué hacer porque siempre gobernaron así: improvisando y a realazo.
Eso no es un buen gobierno. Eso es apenas un puñado de los mismos incapaces de siempre viendo cómo evadir responsabilidades porque no tiene ni la menor idea de por dónde hay que empezar a resolver las crisis que ellos mismos han generado.
Los líderes políticos tenemos la responsabilidad de leer el país con inteligencia, con respeto y pensando en el bien de todos. Pero ellos no terminan de entender que los cambios ya han tenido lugar y que día a día los venezolanos se dan cuenta de que los que hoy gobiernan, fracasaron.
Todas son verdades que le explotan en la cara y ponen en evidencia su incapacidad para resolverlas. Todavía no acusan la lección que les dio el pueblo el 14 de abril. Entonces sacan otra vez las armas más viles que puede usar un político: el miedo, la amenaza y el hambre. Porque se han transformado en eso, incluso para sus bases: en un gobierno amenazante, corrupto y hambreador.
Nosotros no permitiremos que sigan conduciéndonos a un abismo. Seguiremos trabajando y luchando por mantener los espacios que hemos alcanzado. No ha sido fácil, seguimos con un reto por delante: construir con bases firmes la Venezuela que todos soñamos.
¡Que dios bendiga a Venezuela!