Se balanceaba sobre sus piernas, su miraba estaba fija y sobre sus mejillas corrían ríos de lágrimas. Su blusa roja tres cuarta estaba deshecha, su sostén negro quedó a la vista y su short negro medio la cubría. Una patrulla se estacionó a pocos metros, el oficial se le acercó y al preguntarle qué le sucedía, la joven solo respondió: “Yo no quería. Te lo juro. Yo no quería”.
Eran las 7.30 de la mañana. La joven de tez morena, cabello negro y ojos grandes marrones estaba en shock. No podía explicar cómo había llegado a la avenida 12 de la urbanización Monte Bello, parroquia Coquivacoa. Mucho menos recordaba quién le había golpeado su ojo derecho, por qué tenía la boca hinchada y con rastros de sangre, o quién le había raspado sus piernas.
Dos mujeres, al ver que el funcionario no lograba mucho con la muchacha, lo apoyaron. Le sacudieron la arena de su vestimenta rota, del cuerpo y del cabello, le secaron los ojos y con ternura maternal la acariciaron para calmarla. En su estado nuevamente repitió: “Me golpeaban en la boca. Me jalaban el pelo. Yo les decía que se alejaran. Que yo no quería. Yo no quería”.
Mientras llegaba la ambulancia para trasladar, las señoras buscaron agua y una sábana, porque estaba helada y prácticamente desnuda. Al llegar los paramédicos la trasladaron a un Centro de Diagnóstico Integral, donde le dieron un calmante.
Relajada, la joven le contó a los médicos que es estudiante de Medicina, tiene 21 años y que la noche del sábado asistió a una fiesta, cerca de su casa, ubicada en el mismo sector. Se le hizo tarde, por lo que decidió esperar a que amaneciera para volver. A eso de las 6.30 de la mañana decidió irse. En el camino dos sujetos, a bordo de una motocicleta, la interceptaron, la golpearon, la llevaron a golpes hasta un terreno solitario.
Un silencio. Las lágrimas y continúo. Los desconocidos se bajaron, con las manos le desgarraron la ropa, la agarraban por el pelo y le golpeaban la cara cada vez que intentaba zafarse de ellos. Le quitaron la ropa y la violaron. Después que se fueron se arrastró, tomó su ropa y caminó varias calles. Se sintió perdida y se sentó en la acera.
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