El análisis debe seguir la sugerencia de Paul Pierson (2004): dejar de ver los procesos sociales como una fotografía y observarlos como una película, contempladamente. En su tesis post-doctoral, Conflicto regional, estado central y sociedad periférica en Bolivia y Perú, el Dr. Alberto Vergara Paniagua nos da un análisis histórico comparado de como surgieron los cleavages de poder territorial en Bolivia y Perú. Vergara dice que “la emergencia de una estructura estable de competencia política o los cleavages en su sentido estricto, maduran en el mediano o largo plazo, sin que se deban a un periodo o a una sola y pura variable independiente”. Anclajes de poder complejos que vienen con otras variables como vigencia del liderazgo político sobre las masas; capacidad organizacional, territorio, recursos e ideología (discurso).
En Bolivia, Evo es producto de la degeneración de los Barones del Estaño (Hachschild, Aramayo y Patino) que dominaron la minería en Bolivia entre 1880 y 1950. Viene de la resistencia cocalera (Cochabamba-La Paz en Occidente) contra los intereses de EEUU y la elite empresarial boliviana, por abolir la producción de coca en ese país. Santa Cruz (otrora centro del poder gasifico oriental) queda relegado, pero latente. Morales llega al poder con el MAS, que en 2000, solo tenia un 5% de popularidad. 150 años de ostracismo y despojos, condujeron a un cambio sociopolítico de igual fuerza e intemperancia, a la inversa… El caso peruano es historia repetida. La lucha del Norte (Lima) y el Sur (Arequipa), donde el sur registró por décadas, un latifundio asfixiante. El 75% de las tierras pertenecían a un 4% de los habitantes, y las extensiones mayores a 5 hectáreas -en manos de minorías indígenas- eran cultivadas en un 3%. Perú vive un proceso político tumultuoso de las dictaduras (50 y 60) a la guerrilla (70 y 80), de la derecha independiente (Fujimori 1990) a un liberalismo oportuno (El Cholo-2000). Y ancla Humala con el voto de Arequipa…
Siguiendo a Pierson, los cambios políticos se desplazan, como las termitas en el sótano de las casas: “el cambio se nos aparece repentinamente (se desploma la casa) pero la causa no es en ningún sentido repentina sino producto de una larguísima y lenta acción de la erosión de los cimientos” (Vergara Panigua, 2010)… El caso Venezolano no comporta un cleavage político territorial. No es la lucha de Oriente contra Occidente o del Norte contra el Sur. En Venezuela el cleavage por siglos ha sido la lucha de clases. El conquistador contra el indio; el capataz contra el segador, el oligarca contra el esclavo, el musiu contra el lugareño, el militar-caudillo contra el súbdito-civil, el rico contra el pobre… Chávez vino a resumir y reducir toda esta historia. Fue la emergencia de 200 años de vida republicana plena de nihilismo, olvidos, carencias, violencia, saqueos, indiferencia y opresión. Un pueblo -hambreado e irreverente- que de la mano del oro negro y un imaginario de riqueza, pide a gritos dame lo que me toca. Un cleavage infinitamente discriminador, que permitió a un golpista convertirse en tórrido e impertérrito presidente bolivariano.
Tres lustros más tarde, una aparente revolución se desploma por la misma ruptura histórica que acabó con el viejo régimen (AD-Copei). El PSUV es un patio oscuro de corrupción, riqueza fácil y jerarquías que acomoda injusticias y una indignante miseria. La muerte del patriarca, la esperanza y la ideología, sellan el fin de esta era. Pero la oposición -aunque en mucho preferida- carece de los factores de competencia política estable (cleavages) para anclar: recursos, organización, ideología empática, territorio. Caracas no es capaz de derrotar a los llanos, por lo que la oposición debe girar su mirada a estas tierras vapuleadas por Boves e inspiradas por Páez. “Las termitas” no están al mando de la oposición. Van a lo interno del “proceso”. Es en el chavismo-sin Chávez en donde está el poder sustituto del poder. Aún controlan recursos y territorios; ideología (residual) y organización (FAN, milicias y lo que queda del PSUV) para atajar el tifón y el cambio. Pero léase bien: el cambio, no el continuismo. De lo contrario, caerán.
Todo apunta a Diosdado. Él sabe que Maduro no aguanta y el pueblo se levanta sin papel toilette. Maduro mismo le pedirá relevo. Esta vez sí va el orden de suceder constitucional… Dios-dado nos agarre confesados.
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