En 1985 el presidente sudafricano Botha ofreció la liberación condicional de Nelson Rolihlahla Mandela (Madiba-Tata, preso desde 1964) a cambio de renunciar a la lucha contra el apartheid. Sus ministros habían aconsejado a Botha no hacerlo, argumentando que Mandela nunca comprometería a su organización a cambio de la libertad personal. Mandela rechazó de hecho la oferta, comunicando a través de su hija Zindzi: “¿qué libertad se me ofrece, mientras sigue prohibida la organización de la gente? Solo los hombres libres pueden negociar. Un preso no puede entrar en los contratos”.
Mandela fue el preso número 466-64 en la isla de Robben. Como lo describe El País, estuvo en una celda tan minúscula que parecía un nicho o el cubil de una fiera, una estera de paja, con un potaje de maíz tres veces al día, mudez obligatoria, media hora de visitas cada seis meses y el derecho de recibir y escribir solo dos cartas por año, en las que no debía mencionarse nunca la política ni la actualidad. En ese aislamiento, ascetismo y soledad transcurrieron los primeros nueve años de los veintisiete que pasó en Robben Island y otras celdas. Mandela se convirtió en un símbolo de resistencia contra el apartheiddentro y fuera del país. Una figura legendaria que representaba la dignidad y la esperanza de los hombres negros, y una reflexión profunda para los pueblos del mundo que dejaron solo a Sudáfrica en su lucha contra la represión y la discriminación. Si alguien sabía cómo el orbe había dejado a su suerte a los pueblos oprimidos de África era Mandela… En su discurso de toma de posesión (1994), Madiba puso su dedo, ceño y voz, contra esa humanidad que volteó la mirada ante un régimen autoritario y segregacionista en el corazón del continente negro. Con pena le recordó al mundo: “la unidad espiritual y física que todos compartimos con esta patria común, explica la profundidad del dolor que llevamos todos en nuestros corazones, como vimos a nuestro país desgarrado por un conflicto terrible, como fue despreciado, proscrito y aisladopor los pueblos del mundo, precisamente porque [el apartheid] se ha convertido en la base universal de una perniciosa ideología, la práctica del racismo y la opresión racial” Vale preguntarse, ¿estamos los venezolanos realmente unidos espiritual y físicamente?
La diputada María Corina Machado ha denunciado cómo Venezuela ha quedado sola en su lucha por la restauración de la democracia. Diego Arria también ha alertado a la comunidad internacional sobre la irresponsabilidad e inconveniencia de hacerse de oídos sordos y vista corta, al caso Venezuela-Cuba. El mundo ha sido cómplice y testigo silente de un saqueo sin precedentes en nuestra historia republicana, bajo un diseño de apartheid político (de la mano de los Castro), más violencia desatada y control total del Estado. La actitud del Sr. Insulza, secretario insólito de la OEA, salpica de vergüenza a cada uno de sus países miembros, y a los propios chilenos. Un hombre que siendo bien conocedor de lo que es un Estado Democrático vs. un régimen autoritario, se ha mantenido campaneando un buen escocés, mientras mira inerme el drama venezolano, haciendo de la carta democrática un trozo de papel toilette. Siguiendo a Mandela toca decir, “veo con profundo dolor cómo nuestro pueblo ha sido despreciado, proscrito y aislado por los pueblos del mundo”.
Inspirado por Gandhi el Tata se entregó a la desobediencia civil y enfrentó tanto al apartheid, como las debilidades del Congreso Nacional Africano (CNA) de su país, liderado por Albert Lutuli, Oliver Tambo y Walter Sisulu, quienes con alianzas pusilánimes con partidos políticos de representación étnica, negociaban lo innegociable: la libertad y la igualdad de su raza. Los africanistas -un frente alternativo al CNA- vinieron a convertirse en el nuevo movimiento negro que representó de manera auténtica, las demandas del pueblo africano… Tras la masacre de Shaperville (1960), se activó un programa central en la causa contra el apartheid, con el nombre de la Carta de Libertad. Mandela no descansó en decirle a su pueblo “nuestro miedo más profundo no es que seamos inadecuados, nuestro miedo más profundo es que somos poderosos sin límite” Cuando lo ONU lo tenía de terrorista, Mandela se lanza a dar la vida por la carta de la libertad de su pueblo.
Mandela terminó su proclama como nuevo Presidente electo de Sudáfrica: “es nuestra luz, no la oscuridad lo que más nos asusta. Nos preguntamos: ¿quién soy yo para ser brillante, precioso, talentoso y fabuloso? En realidad, ¿quién eres tú para no serlo? Eres hijo del universo. El hecho de jugar a ser pequeño no sirve al mundo… Mientras dejamos lucir nuestra propia luz, inconscientemente damos permiso a otras personas para hacer lo mismo. Y al liberarnos de nuestro miedo, nuestra presencia automáticamente libera a los demás”. Pues nada, ese es su legado. Dejemos de jugar a ser pequeños. Hagamos acto de presencia, con nuestra propia luz.