Lapatilla
Cuando algún gobernante izquierdista es desplazado, sus correligionarios, en masa, protestan contra los “atentados a la democracia”, se piden (e infligen) sanciones. Cuando se atenta contra las libertades, cuando el legislativo y el poder judicial se someten al ejecutivo, cuando la prensa libre se persigue y la propiedad privada se vulnera, cuando se apoyan los movimientos subversivos en los países vecinos, nadie osa reclamar por miedo a provocar la ira de los izquierdistas.
La simple entrevista informal de un candidato presidencial venezolano con el presidente Santos provocó tal reacción del gobierno venezolano que los peruanos y mejicanos cancelaron la visita de Capriles a Lima y México. Cuando se cuestionó, con poderosas razones, la legitimidad de las elecciones presidenciales venezolanas, Maduro prometió a los presidentes de UNASUR que se llevaría a cabo una auditoría efectiva de los comicios. No cumplió su palabra y ninguno de los presidentes burlados ha protestado.
El intento en 2009 de José Manuel Zelaya, presidente de Honduras elegido popularmente, de perpetuarse en el poder, violando la constitución, llevó a que la Corte Suprema lo destituyera y ordenara su arresto, orden que el ejército hizo efectiva. Entonces muchos países latinoamericanos clamaron contra el “golpe de estado” y sancionaron a Honduras. Un presidente interino fue designado por el Congreso, el que convocó a elecciones y Honduras fue devuelta al imperio de su constitución.
En 2012, el presidente de Paraguay, Fernando Lugo fue enjuiciado, de acuerdo a las normas constitucionales, por el Congreso Nacional y destituido por mal desempeño de sus funciones a raíz de un incidente en el que murieron varios policías y campesinos. También la izquierda continental alzó la voz y aunque Lugo mismo había aceptado el fallo (luego se unió al coro de protesta cuando vio la reacción izquierdista) los mismos de siempre, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Argentina y Brasil, reclamaron contra el “golpe de estado”, esta vez no por intervención del ejército, sino porque el juicio se había desarrollado muy rápidamente. Los países de Mercosur se reunieron rápidamente y suspendieron a Paraguay de la institución y rápidamente aprobaron el ingreso de Venezuela, ingreso que Paraguay había vetado. El presiente interino nombrado por el Congreso convocó a elecciones y hoy Paraguay goza de tranquilidad democrática.
La verdadera democracia no es solo elegir a un gobernante mediante elecciones libres. Significa que ese gobernante debe asegurar que el estado garantice la separación efectiva de poderes, el imperio de la ley y se aseguren las libertades básicas (expresión, religión, reunión, derechos de propiedad). El gobernante que luego de acceder al poder priva de estas peculiaridades a su país deja de ser democrático. ¿Serán Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua verdaderas democracias? ¿Dónde están las protestas de Colombia, Chile o México contra esta situación? ¿Por qué tanto miedo a Venezuela?
Las democracias latinoamericanas se baten en retirada sin defenderse.