“Mi ardiente protesta no es más que un grito de mi alma.
Que se atrevan a llevarme a los Tribunales
y que me juzguen públicamente.”
Emile Zola
I
Después de un silencio calculado he decidido responder a las acusaciones que han caído sobre mí como uno de los focos conspirativos de Venezuela. Era necesario esperar que la necedad y estridencia se disiparan. En medio de los lloriqueos amanerados de las doñas revolucionarias es difícil expresarse. Chillan y aturden, apagan con su histeria.
Calladas las hienas chavistas, me pronuncio. Me haré eco del célebre Yo acuso de Emile Zola, sólo que en mi caso yo no acusaré, yo confieso.
Ante las evidencias (Aponte Aponte y Mario Silva) es inútil que yo acuse (como Zola), ellos llevan diez años acusándose y ventilando su putrefacción y miseria.
Yo sencillamente confieso que no soy nada de lo que ellos son, es decir: golpista, asesino, narco, corrupto, traidor o esclavista, y si en su configuración moral no Ser como ellos es un delito debo confesarme públicamente que soy culpable del chavismo.
¿Y tú?
II
Rodríguez Torres, el jefe del cartel de los bobos, insiste en acusarme de ser la “Reina Blanca de la Fiesta Mexicana” (esto es, del ajedrez conspirativo), es decir, me acusa de ser el Juan Gabriel conspirador para los planes de eternidad política del chavismo.
“Todo basado en una sospecha infantil, en la nota sospechosa, imbécil, que no era solamente una traición vulgar, era también un estúpido engaño, porque los famosos secretos vendidos eran tan inútiles que apenas tenían valor.”(Zola)
Según ellos soy el supremo arquitecto del “golpe suave”, el desestabilizador de la blandura, por haberle dedicado poemas eróticos a la Primera Dama de Chávez (mi libro Piel Negada es el originador de la blasfemia) y haber desestabilizado algún amor.
Leer mis poemas podría rescatar del naufragio (de tacto y sábana) a las damas y a las combatientes. Yo confieso que si ese es mi delito sin duda debo ir preso. Como he dicho en anteriores ocasiones: soy peligrosísimo.
La verdad no sé si aplaudir ante semejante distinción pues me convierte en un poeta maldito y libertino del chavismo. Confieso, además, que aunque es inmerecido el halago, lo agradezco.
“¡Ah! se han agitado allí la demencia y la estupidez, maquinaciones locas, prácticas de baja policía, costumbres inquisitoriales; el placer de algunos tiranos que pisotean la nación, ahogando en su garganta el grito de verdad y de justicia bajo el pretexto, falso y sacrílego, de razón de estado.”(Zola)
III
Por otra parte, con insospechada torpeza (lapsus brutus) Rodríguez Torres, el jefe del cartel de los bobos, me responsabilizaba de ser el organizador y movilizador del movimiento estudiantil.
“Aparece como un espíritu borroso, complicado, lleno de intrigas novelescas, complaciéndose con recursos de folletín, papeles robados, cartas anónimas, citas misteriosas en lugares desiertos, mujeres enmascaradas.”(Zola)
Como si fuera poco, en su simpatiquísimo lapsus brutus, Rodríguez Torres no economizó en halagos y me exaltó como: activista de derechos humanos, practicante de la noviolencia y de la resistencia civil (suave) equiparándome -en un desacierto de incandescente ingenuidad- con Gandhi, Luther King, Havel o Mandela.
Además, esta heroicidad gótica que se me atribuye encontró un aliado insospechado en José Vicente Rangel quien señaló que mi enorme peligro como factor “desestabilizador” derivaba en que mi irreverencia infringe una acariciada de nalga al chavismo, es decir, un golpecito suave o ni tan suave en la regordeta y celulítica revolución.
“¡Ah! ¡Cuánta vaciedad!”(Zola)
Confieso que tanta ternura me convierte en sospechoso de ambos bandos. Si fuera posible o cierta tanta heroicidad postiza, no cabe duda: soy una amenaza para la revolución boba…
“Dreyfus (la reina blanca francesa de Zola, paréntesis mío) conoce varias lenguas: crimen. En su casa no hallan papeles comprometedores; crimen. Algunas veces visita su país natal; crimen. Es laborioso, tiene ansia de saber; crimen. Si no se turba; crimen. Todo crimen, siempre crimen…”
Si mi interés estuviese en el poder o si aspirase a puestos de gobierno, mis mejores promotores serían el jefe del cartel de los bobos y nuestro José Vicente “Fouché” Rangel. Sin embargo, no me interesa el poder y reconozco que ser exaltado por tales lumbreras no me eleva, me opaca y empequeñece. Prefiero vivir en la tranquilidad que brinda la sombra de una palmera que en la enceguecedora luz que promete la estolidez y la ignominia de esta dictadura postmoderna llamada chavismo.
“Y es un crimen más apoyarse con la persona inmunda, dejarse defender por todos los bribones de París, de manera que los bribones triunfen insolentemente, derrotando el derecho y la probidad. Es un crimen haber acusado como perturbadores de Francia a cuantos quieren verla generosa y noble a la cabeza de las naciones libres y justas, mientras los canallas urden impunemente el error que tratan de imponer al mundo entero. Es un crimen extraviar la opinión con tareas mortíferas que la pervierten y la conducen al delirio. Es un crimen envenenar a los pequeños y a los humildes, exasperando las pasiones de reacción y de intolerancia, y cubriéndose con el antisemitismo, de cuyo mal morirá sin duda la Francia libre, si no sabe curarse a tiempo. Es un crimen explotar el patriotismo para trabajos de odio; y es un crimen, en fin, hacer del sable un dios moderno, mientras toda la ciencia humana emplea sus trabajos en una obra de verdad y de justicia.” (Zola)
Las ráfagas de miel -ya que no de hiel- que lanzaron sobre mí no me ofenden, me vigorizan. Somos -con placer- los parias de esta bolsería histórica: sus excomulgados.
Los lloriqueos de las doñas encopetadas del chavismo (Maduro, Rodríguez Torres, Rangel) nos enaltecen frente a la historia.
¡Encarcélennos!
Nuestra degradación representa el alzamiento de su maldición en Venezuela, es decir nuestra degradación representa la herejía de la única dama y combatiente que me seduce: la libertad.
Soy el libertino de la farsa chavista, soy el blasfemo de su podredumbre moral, soy el apostata de su imbecilidad.
Confieso que soy un desestabilizador de su mentira, soy culpable…
(Continuará…)