Las cúpulas rojas gubernamentales exponen, en el umbral del siglo XXI, un “socialismo” que repudia a todo aquel que no comparta sus políticas. La represión, la persecución y la descalificación que ejecutan contra concejales, alcaldes, parlamentarios, gobernadores, sindicalistas, líderes o, contra cualquier persona de la oposición, son indicios fehacientes de que estamos ante un aparato de franco terrorismo de Estado y de un sistema de segregación política. Situación grave, que de manera cierta, cercena libertades, altera la convivencia y fragmenta la unidad del pueblo venezolano.
Nicolás Maquiavelo (1469-1527), escribió en El Príncipe (1513), lo siguiente: “En una república bien ordenada, no debería ser nunca necesario recurrir a medidas extraconstitucionales, porque, aunque puedan ser beneficiosas en el presente, su precedente, no obstante, es pernicioso, pues si se establece una vez la práctica de depreciar las leyes en aras del bien, en poco tiempo serán ignoradas aduciendo ese mismo pretexto con fines malvados. Así, ninguna república será jamás perfecta si no lo prevé todo mediante la ley, si no ofrece un remedio para cada emergencia y fija las normas de su aplicación.”
El pensamiento del florentino es vigente y contradice la embestida del gobierno “revolucionario”, que no ha dejado de hacer uso de la extraconstitucionalidad y del desprecio de las leyes, contra todos los que han osado u osan hacerle oposición. Por ello, encontramos presos políticos, exiliados y el exagerado uso del Estado para perseguir y obstaculizar la administración de gobernadores de la oposición como el caso de Henri Falcón de Lara, Henrique Capriles de Miranda y Liborio Guarulla de Amazonas. Sin dejar de referir, que los mismos adefesios, los emplea mediante instituciones, gremios y sindicatos paralelos, para destrozar peticiones y reivindicaciones, como en el caso de los legítimos gremios de las universidades autónomas.
La antipolítica, el exagerado poder del presidente de la República y la falta de equilibrio de los Poderes Públicos, de manera inevitable, arroja grandes dudas sobre la transparencia de cualquier política gubernamental. En consecuencia, el desprecio de las leyes, como recurso para acallar o reducir a opositores, creará el más desaforado Frankenstein, que pudiera plantar “ese mismo pretexto con fines malvados”, del que habla Maquiavelo. Así, sin duda, la República quedará en vilo.
Víctor Vielma Molina/Educador/victormvielma@gmail.com