El presidente venezolano, Nicolás Maduro, cumple mañana cien días de gobierno con un Ejecutivo estable tras la tensión postelectoral de abril, pero inmerso en un sinfín de batallas y conflictos en el terreno económico, el siempre polarizado escenario político y la arena internacional.
José Luis Paniagua/ EFE
El pasado 15 de julio Maduro contrajo nupcias con su compañera Cilia Flores. Ha sido uno de los pocos momentos de distensión que ha tenido desde que el 14 de abril ganó por estrecho margen las elecciones al opositor Henrique Capriles, quien aún hoy no ha reconocido ese triunfo.
En cien días ha vivido una crisis política postelectoral, ha amenazado con la cárcel a sectores de la oposición y gobernadores acusándoles de golpismo y ha denunciado varios intentos de magnicidio.
Ha visto cómo la inflación se disparaba, la economía se ralentizaba, el dólar en el mercado ilegal paralelo se desbordaba y se agudizaba el desabastecimiento de productos de consumo masivo con la desaparición incluso del papel higiénico de los anaqueles de los supermercados.
Se ha enfadado y reconciliado con el presidente colombiano, Juan Manuel Santos; comenzó un diálogo con Estados Unidos que terminó un mes y medio después; ha hecho del Gobierno español objeto continuo de críticas, con una llamada a consultas a su embajador en Madrid incluida, y abrió y cerró en 24 horas un litigio diplomático con Perú.
Además, se metió en el centro de la polémica por el caso del exagente de la CIA Edward Snowden, ofreciéndole un asilo político que finalmente no se produjo.
Maduro ha convertido el discurso polarizado y agresivo, secuela del tono verbal de Chávez, en una herramienta cotidiana, pero también ha abierto un diálogo con sectores empresariales y reconocido problemas económicos que algunos en un gesto que algunos leen como una señal de flexibilización.
“Ha habido una mezcla un poco rara de radicalización política con intento de moderación económica que no se ha consolidado en ninguna de las dos”, indicó a Efe el presidente de la encuestadora Datanálisis, Luis Vicente León.
Maduro comenzó su gestión en medio de la convulsión y las protestas que se desataron tras las elecciones del 14 de abril y que según el Gobierno dejaron una decena de muertos y más de 80 heridos, balance del que la oposición responsabiliza al Ejecutivo.
“El gobierno nace con una crisis de legitimidad en virtud de la estrecha diferencia de la votación (…) al cabo de tres meses la situación actual sugiere que el Gobierno estaría ganando la batalla por la legitimación”, indicó el politólogo John Magdaleno, del Instituto de Estudios Superiores de la Administración (IESA).
Hoy continúan las acusaciones y el tono duro contra la oposición, alimentando un discurso polarizado que se sigue presentando como un instrumento de cohesión interna del chavismo, sobre todo entre quienes defienden un modelo socialista más radical.
Pero en paralelo se ha sentado a negociar soluciones para el desabastecimiento con sectores empresariales a los que el chavismo más radical siempre ha visto con algo más que recelo.
“Maduro parece estar obligado a ser un líder más transaccional que Chávez, Chávez tenía una enorme capacidad de influencia (…) y por tanto estas señales contradictorias quizá sean el resultado de las circunstancias en que le tocan tomar decisiones”, indicó Magdaleno.
“El Gobierno ha reconocido infinitamente mejor los problemas económicos del país que el gobierno de Chávez”, indicó León, apuntando no obstante que “así como en la radicalización hay más discurso que acción, en la moderación económica ocurre lo mismo: el gobierno reconoce, anuncia, negocia, pero no actúa”.
En el ámbito internacional Maduro fue muy sensible a los comentarios postelectorales generando situaciones de tensión con varios países, incluidos España y Estados Unidos.
Sin embargo, las acusaciones más duras fueron para el Gobierno de Santos, quien se reunió con Capriles tras los comicios y recibió una andanada de improperios que puso las relaciones con Colombia en el alero, pero que de alguna manera disuadió a otros gobernantes de la región de recibir al líder opositor.
El profesor de la Universidad Central de Venezuela Nícmer Evans destacó las “banderas retadoras” que ha asumido Maduro en su batalla contra la corrupción y la inseguridad, algo que “genera demandas mayores” y expectativas de resultados de la población.
Evans indicó a Efe que el “gran reto” para Maduro es ver cómo encuentra soluciones en ámbitos como el económico con acciones que tienen que ser distintas a las del modelo de Chávez, por cuanto no son las mismas circunstancias, pero sin alejarse de la esencia del chavismo.
En ese sentido, indicó que el modelo no ha mutado “todavía”, “pero va a llegar el momento en que esto pase (…) porque los tiempos de Chávez son distintos a los tiempos de Nicolás Maduro”, dijo.
EFE