Mientras la madera sumergida en la Antártida permanece intacta por la ausencia de microorganismos capaces de deteriorarla en las aguas heladas, las osamentas de ballena desaparecen rápidamente, según un estudio, que ha identificado dos nuevas especies de gusanos necrófagos.
En la Antártida no hay árboles desde al menos 30 millones de años, lo que significa que salvo restos de navíos hundidos, en el ecosistema marino no hay madera.
En cambio, en esta región del mundo existe una de las mayores concentraciones de cetáceos, en particular varios tipos de ballenas, que llegan a alimentarse a sus aguas.
Diferentes estudios han mostrado que, en la mayoría de los océanos, los restos de madera y las osamentas de la ballenas sirven de alimento a un gran abanico de microorganismos marinos: moluscos xilófagos roen los cascos de los barcos y anélidos necrófagos de la familia de los Osedax agujerean los huesos de los vertebrados.
Un equipo de biólogos europeos y estadounidenses han querido saber lo que había en aguas de la Antártida. Han sumergido durante más de un año en tres lugares diferentes planchas de pino y roble y huesos de ballena y después los han recuperado para analizarlos.
Las muestras de madera, que permanecieron a más de 500 metros de profundidad, salieron prácticamente intactas, sin ninguna señal de deterioro por acción de los moluscos de tipo Xilófago.
En cambio, los huesos de ballena estaban “seriamente infestados” de gusanos que comen huesos, identificados como pertenecientes a una nueva especie bautizada Osedax antarcticus.
“Cada hueso de ballena está cubierto por una espesa ‘piel’ rosácea compuesta de Osedax. En una costilla, se observó una densidad de 202 especímenes por 100 cm2”, dice el estudio, publicado por la revista británica Proceedings of the Royal Society B.
Desconocido antes de 1996
Una vértebra de ballena sumergida en otro lugar, más cerca de las costas antárticas y situada solo a 20 metros de profundidad, parecía que no presentaba las mismas señales.
“Pero después de varios días en el acuario, se observó un pequeño tubo de mucosidad en el fondo de un agujero en el hueso y resultó ser un espécimen minúsculo de Osedax”, otra especie de gusano hasta entonces desconocida (Osedax deceptionensis).
Hasta entonces, los científicos sólo conocían cinco especies de Osedax, la primera, identificada en 1996. Todas viven en aguas mucho más cálidas y generalmente a mucha profundidad.
Estos hallazgos confirman que las “larvas de Osedax han logrado colonizar los huesos en menos de un año, mientras que las larvas de xylófaga no lo han conseguido”, escriben Adrian Glover, del Museo de Historia Natural de Londres, y su equipo.
“Es posible que nuestros experimentos no hayan durado suficiente tiempo o que el tamaño de la madera o la presencia de huesos de ballena, haya inhibido el desarrollo de larvas” de xilófagas, reconocen los investigadores. Pero experimentos realizados en otras latitudes han demostrado que las especies xilófagas “infestan la madera al cabo de tres meses, y en algunos casos lo destruyen totalmente en un año”, agregan.
En cambio, la colonización rápida y masiva de gusanos necrófagos es impresionante. Dado que las ballenas y otros cetáceos abundan en las aguas de la Antártida, los investigadores suponen que la población de Osedax es mucho mayor y diversificada de lo que se creía hasta ahora. AFP