“Al sargento no le dio tiempo de digerir sus empanadas”. Dos presuntos delincuentes atacaron por la espalda a Wílmer Rondón, de 40 años, para arrebatarle de su cintura su pistola Glock de reglamento. Éste no se dejó y los vándalos lo tirotearon.
Ahogada en llanto, Odalys Fuenmayor, cónyuge del occiso desde hace 10 años, contó que su esposo desayunaba en el puesto de comida rápida que ella administra desde hace tres años en el sector Los Plataneros de La Curva de Molina. Terminaba de comer cuando dos transeúntes lo encañonaron por la espalda.
Eran las 7.40 de la mañana. Los dos pistoleros le trataron de sacar el arma de la cintura al escolta. El ultimado no se dejó y forcejeó con sus agresores. El sargento segundo sin demostrarles miedo se paró de la silla y se volteó para encararlos. Uno de los criminales, sin temblarle el pulso, jaló su gatillo y le disparó. La bala se le incrustó en el estómago.
Rondón, herido, cayó en medio de la carretera y como puso sacó de su cintura su pistola Glock y les disparó a sus verdugos. Estos se devolvieron y lo remataron. Siete plomos atravesaron la humanidad del sargento. Se desangró en segundos.
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