La literatura es sabia, muy sabia y el teatro de Moliere lo fue substancialmente. No sabemos cómo logró chupar la médula de ciertas psicologías humanas y reflejarlas en su dramaturgia, pero lo hizo con magisterio intemporal y universal.
Si Moliere hubiese vivido en la tragedia venezolana del usurpador Nicolás Maduro habría escrito las piezas más sublimes de la comedia latinoamericana. Esa caricatura vulgar y bochornosa que es el socialismo del siglo XXI, en la que el delincuente más despreciable y feroz llega al poder político, se refina, amanera y sacude a la opinión pública con sus torpezas, burradas y cinismo, no habría pasado desapercibida por el francés.
Esta semana otro capítulo crucial de nuestra tragedia cómica ha sido ofrecido por la idiotez del madurismo. Su protagonista, un estafador estrafalario y bruto llamado: Pedro Carreño, alias “Carroña” (siguiendo la nomenclatura de las FARC, que a todo le ponen un apodo).
A él ofrecemos esta caracterización teatral, que seguro no entenderá.
Alias “Carroña”: Ecce Homo
Cuando uno piensa en los revolucionarios modernos saltan a la mente nombres legendarios como Franklin, Robespierre, Miranda, Lenin, incluso, el Ché, quienes -sin incurrir aquí en su valorización- fueron personajes de su tiempo y que con sus faenas sellaron para bien o para mal, como relámpagos, su momento histórico.
Cuando historiadores y hombres de letras se detengan a recrear y caracterizar la comedia trágica que ha representado la usurpación madurista para Venezuela, estimo que el hombre indicado, el ecce homo, para sellar el momento -aunque como relámpago apocado- es Pedro Carreño, alias “Carroña”.
No puede ser otro. Es él.
Carreño, la doña mofletuda e histérica del madurismo, absolutamente impostor en su puritanismo, corrupto y voraz, es el santo y seña de esta farsa llamada “socialismo del siglo XXI”.
Como buen madurista, su feligresía por la idiotez es obstinada, pero su hipocresía es proverbial. No sólo por las burradas que ha dicho en la Asamblea Nacional; por las fiestas mil millonarias -nuevas ricas y cursis-pagadas con su sueldo de diputado (¿cómo hará?); o por su aburguesamiento retaco que lo reconoce mundialmente como el diputado Louis Vuitton de la “revolución chavista”; sino por su torpe afán de parecer un “revolucionario” y comportarse como él supone que se debería comportar uno de su clase: “es problema de ellos lo que hagan con su culo” (palabras de Carreño, no mías), es decir como un miserable.
Pensar en la histeria mofletuda y procaz, híper vergonzosa e idiota de Pedro Carreño como si se tratase del comportamiento de un “revolucionario” es un dadaísmo político, una burla.
Alias “Carroña”, como revolucionario, es en sí mismo un sarcasmo, una grotesca desfiguración, una memorable morisqueta, sólo comparable a la deformación que recibió el mural Ecce Homo en el Santuario de Misericordia de Borja (Zaragoza) por la mano inexperta de otra doña, Cecilia Giménez, pero de la pintura.
Pedro Carreño, personaje ruin del chavismo, harto conocido por las idioteces que suelta sin ningún resquemor, a quien no se le conoce atributo intelectual o político alguno para ocupar el cargo que detenta, salvo el de haber sido recogido por su infinito amado: Chávez, se presenta como un mentiroso devoto del socialismo.
Su hipocresía no tiene límites. Es nuestro Tartufo barinés.
Cruel delator de su propia farsa y patraña socialista no sólo por su facha emperifollada y lujosa, sino por el uso vergonzoso que hace de unas riquezas que nadie entiende cómo las obtuvo, ha resultado ser, además, un simulado moralista.
A última hora, el madurismo y su cómica revolución lo han convertido-y aplaudido- como el santo inquisidor de la homosexualidad. Misión atroz que tan sólo uno que lleva la ruindad en el alma, pero el cinismo tatuado en la frente, puede completar.
Millonario fanfarrón y fingidor contumaz de una moralidad que no practica, Pedro Carreño con su cinismo y desfachatez ha tocado fibras sociales sensibles. Lo bueno es que ha quedado al descubierto, y con él, el infame e inmoral socialismo del siglo XXI.
Imagino que, con toda justificación, la gente honesta del chavismo o conocidos homosexuales del madurismo como Roy Chaderton, Jorge Rodríguez o Juan Barreto, lo execrarán. Su hipocresía no puede quedar impune.
El destino del Tartufo original de Moliere: el repudio social e histórico, se repetirá con el barinés, alias “Carroña”.
El impresentable
Hugo Chávez señalaba que -en ese universo de mediocres que fue el chavismo- Pedro Carreño era impresentable, quizá por ello siempre lo relegó a puestos menores.
Fuese impresentable o no, el Tartufo barinés, alias “Carroña”, es el prototipo ilustre de la corrupción moral y material que destaca al socialismo del siglo XXI, es muestra de su hipocresía relampagueante.
Lo protagonizado esta semana por Pedro Carreño no sólo es penoso desde el punto de vista humano, es angustiante desde el punto de vista político: se institucionaliza la idiotez como forma de gobierno.
Moliere lo habría descrito infinitamente mejor que yo, sin embargo, estoy seguro de que no lo habría sufrido tanto.
Él escribía sus dramas, nosotros los padecemos cada segundo…