A continuación la columna completa del líder de la oposición, Henrique Capriles Radonski:
En Miraflores están desesperados. Y no es para menos: van palo abajo y la incapacidad de Nicolás y su combo los hunde cada vez más. Incluso, todo el mundo ha visto cómo han tenido que recurrir a las estrategias más bajas, con la única intención de distraer a los venezolanos de su fracaso político, económico y hasta histórico.
Una acción como la que emprendieron los diputados del partido de gobierno demuestra que los diputados cómplices de esta estafa en la que se ha convertido el gobierno de Nicolás no se interesan por los problemas de los venezolanos. Da vergüenza ver a nuestro parlamento violando la Constitución y los Derechos Humanos de manera flagrante y transmitiéndolo en vivo y directo.
En una democracia con separación de poderes, esa bochornosa acción en contra de alguien como Oscar López habría sido motivo del rechazo público y generalizado de todas las instituciones del Estado. Pero sabemos muy bien que ésta fue una jugada partidista, venida desde los intestinos del mismo partido que ha secuestrado a las instituciones venezolanas y comprado conciencias. Son ellos quienes olvidan que la justicia a veces tarda, pero siempre llega.
No hay que olvidar que esos diputados están comandados por uno de los enchufados mayores, a quien el pueblo sacó de la Gobernación de Miranda por corrupto y más nunca ha tenido el valor de lanzarse a algún otro cargo en el estado, pues tiene un expediente negro que alguna vez saldrá a la luz.
Le han faltado el respeto al ejercicio del liderazgo político desde todos los costados: irrespeto a las bases, desconocimiento de los liderazgos regionales, incumplimiento de promesas, nepotismo, devaluación e inflación, incapacidad para proteger la vida de los venezolanos y criminales impunes, vicios en el sistema judicial, irresponsabilidad en el manejo de la economía nacional, y todo esto en medio de la corrupción más rampante y evidente que ha vivido Venezuela.
Mientras tanto, las familias venezolanas están pasando más trabajo que nunca. Y los ven. Los reconocen. Saben que han jugado con sus esperanzas y ya no caen en los trapos rojos. Porque por más cochinadas que armen en la Asamblea Nacional, los hospitales siguen en el suelo, la educación ha sido abandonada, a la gente no le alcanza el sueldo, el desastre en los servicios públicos se nos atraviesa cada día, siguen matando por docenas a los venezolanos diariamente, no se consiguen empleos de calidad y la calle es un hervidero de indignaciones y frustraciones en quienes saben que el país merece algo mejor.
Los guisadores han sido más que identificados. Todos en las oficinas del partido de gobierno saben quiénes son, porque los tienen bien cerquita. Esos que guisan, los que se llenan de plata, los que roban, son unos pocos, pero esos pocos le están dañando el futuro a todos, con la complicidad de las instituciones que han dejado de vigilar a quienes cometen los delitos para empezar a cuidarles los cargos. Es un gobierno que ha decidido ponerse del lado de los malandros que se creyeron el cuento de que el país les pertenece.
Pero al que se junta con malandros no puede irle bien. Por eso hoy no tienen forma de sostenerse y están pagando las consecuencias de haber decidido ir corriendo la arruga y poner pañitos calientes a todo, en lugar de tomar las decisiones que un gobierno serio tomaría: reconocer el fracaso, entender que es la hora de gobernar para todos y limpiar la mugre que durante todos estos años han ido acumulando en el ejercicio de la política más baja, ruin y sucia.
Sabemos que quienes hoy ocupan Miraflores son incapaces de hacerlo, porque ya ni siquiera cuentan con la confianza de sus bases. Incluso, ahora no les ha quedado otra que intentar convencer a su gente de que voten en contra de nuestro proyecto de progreso e inclusión —a punta de inventos, montaderas de ollas y embustes—, porque ni siquiera se atreven a pedir el voto a favor de un modelo que no tienen cómo defender.
Es hora de que alguien en Miraflores tenga un poco de vergüenza y reconozca su fracaso. Se les acabaron las excusas, el tiempo y hasta el dinero. El dinero del Estado, porque varios de ellos sí que se han llenado a punta de guisos y sinvergüenzura y tiene esa plata guardada bajo la figura de testaferros y otras trampas. Su falta de seriedad en la política los obliga a hacer puros enroques, desenchufar a unos de un lado para enchufarlos en otro, o hasta sacarlos de donde estaban porque se quedaron sin liderazgo es más de un municipio y necesitan candidatos a alcalde, así nunca hayan pateado los lugares que pretenden gobernar. No quieren que su gente vea puertas adentro, porque lo que tienen es un desastre de cual ni ellos saben cómo salir.
Por eso intentan montar un circo: porque el país mientras está en sus manos va palo abajo y quieren que veamos para otro lado. Su nuevo objetivo es desviar la atención de los verdaderos problemas del país. Incluso, en su desespero, han amenazado con meterme preso a mí. Llevan rato con esas ganas, pero como que se les olvida que no es primera vez que la maquinaria del Estado convertido en el partido me persigue. Ustedes saben dónde estoy, así que se los repito: no tengo miedo. Que quienes me atacan y piden sea la manada de corruptos que lo está haciendo no hace sino confirmarme que vamos por el camino correcto. Pero no sigan confundiendo ser pacífico con ser pendejo. A mí no me empujan a su pantano.
Aquí ya quedó demostrado que la mayoría de los venezolanos ya apostó por un cambio que nos permita progresar a todos, sin chantajes políticos sino sumando nuestros talentos y metas. ¡Y prepárense para lo que serán los resultados del 8 de diciembre! Este país ya cambió y en Miraflores lo que les queda es el desespero.
El futuro lo construimos entre todos. ¡Estamos creciendo y somos cada vez más, Venezuela! Sigamos adelante.