Estando en un programa de TV (los tiempos son cortos), sostuve un leve debate con el profesor Steven Levitsky (PhD), destacado politólogo, profesor de gobierno y ciencias sociales de la Universidad de Harvard. El tema se centró en el concepto de “autoritarismo competitivo” desarrollado por el catedrático como aporte académico para explicar lo que ocurre en regímenes híbridos, que por tener elecciones se hacen llamar democráticos, y no lo son.
En su obra, Competitive Authoritarianism: Origen y Evolución de los regímenes híbridos después de la guerra fría (con Lucan Way. New York: Cambridge University.2010), los autores nos dicen que “las transiciones no siempre condujeron a una democracia” sino a un “autoritarismo competitivo”, basado en la posibilidad de los partidos de oposición de utilizar las instituciones democráticas para luchar seriamente por el poder… en una cancha de juego considerablemente sesgada, no democrática y a favor de los que están en el poder”. Agregan Levitsky y Way, que “en muchos regímenes autoritarios competitivos, los que gobiernan llenan con sus allegados al Poder Judicial, las comisiones electorales y otros árbitros nominalmente independientes, y los manipulan mediante el chantaje, los sobornos y/o la intimidación”. Aunque lo anterior calca lo que sucede en Venezuela, en medio de la discusión, Levitsky nos agregó en vivo y en cámara: “El caso venezolano es un claro ejemplo de autoritarismo competitivo, pero ¡por lejos (by far) en Venezuela no-hay-una dictadura!”. Aquí se levantaron mis sensores y el set se complicó.
Como dolientes del “fenómeno”, no resistí ofrecer algunas precisiones… No creo que en Venezuela estemos en presencia de un autoritarismo competitivo. No existen ni instituciones a través de las cuales plantear “una lucha por el poder”,ni un sesgo considerable, sino absoluto. Quiero hacer la salvedad, porque el modelo político que se ha implementado en Venezuela de la mano de los hermanos Castro y con el martillo, la hoz y la letra, de otros resentidos de turno, ha tenido “la virtud” de hacerle creer a una importante intelectualidad en el mundo, que en Venezuela no vivimos en dictadura sino en cualquier ora cosa, si acaso autoritaria -sic- Y me pregunto: ¿Qué autoritarismo no conduce a una dictocracia?
En nuestro país no hay competencia libre por el poder. Para hablar de competitividad, es necesario que exista idoneidad, propiedad y capacidad para competir (DRAE). Tal idoneidad o capacidad, no proviene sólo del contendor, sino de las condiciones de la contienda. Un tema es que exista una competencia. Bien. Otro asunto es que esa competencia comporte las garantías básicas de competición, libertad de acción, ambiente propicio de competitividad y respeto de los resultados. De lo contrario, tal competitividad no existe. Lo que opera es una simulación, una fachada artificiosa y muy habilidosa, para conservar el poder bajo esquemas electoralistas. El resto es propaganda, pan y cerco (no llega a la categoría de circo).
Fareed Zakaria nos dice que ciertamente, después de la Guerra Fría, la promoción de la democracia ha sido enfocada en la existencia de elecciones con la participación de varios partidos, mientras se ignoran cuestiones esenciales como las libertades civiles y el Estado de Derecho. “Si un país celebra elecciones, Washington y el mundo tolerarán mucho del gobierno resultante… En una era de imágenes y símbolos, las elecciones son fáciles de filmar, pero [Zakaria] ¿cómo se transmite en televisión el Estado de Derecho?”.
Levitsky visiblemente contrariado, sentenció: “Mire, yo no hablo de una competencia en iguales condiciones. Hablo de un ‘partido de fútbol con un árbitro parcializado y un terreno de 11 jugadores contra 8 del otro lado (…) ¡El 14-A todos creíamos que Capriles ganaba! Entonces si hay competencia, por lo que no es fachada, no es dictadura (…) Fachada hay en Yemen, Bielorrusia o en Zimbawe. Cuba, si es una dictadura abierta” concluyó… Al rompe me dije: ¿Hay dictaduras abiertas o cerradas? En un partido de fútbol donde no-todo se reduce al árbitro, al cotejo per se o al número de jugadores, sino a un campo minado para uno y libre para otro; que cambia resultados y no hay manera de ganar, ¿puede llamarse competencia? En todo caso podemos hablar de una peligrosa e incontenible anarquía, dominada por un modelo gendarme y populista, que de cara a los modernas exigencias sobre democracia, vida, libertad y justicia, no resiste reducciones conceptuales.
Las zonas difusas como las que expone Levitsky, impiden la activación de las cartas democráticas en el mundo. Entretanto ese mal llamado autoritarismo competitivo, por incompetente, acaba con vidas inocentes (criminalidad), ignora y excluye al enemigo, liquida nuestra riqueza, empobrece más, persigue al contendor, denigra de los homosexuales o utiliza la AN, como botiquín, para conferir palizas, ofensas e improperios.
Si queréis ponerle apellido al autoritarismo, agregadle homofóbico. No caben dudas que le va más.
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