Capriles: La mentira descarada

Capriles: La mentira descarada

Los venezolanos queremos un cambio y vamos a conquistarlo. Ésa es una verdad incuestionable. Pero los desesperados de Miraflores se equivocan si creen que en la lucha por lograr ese cambio van a distraernos o a meternos gato por liebre.

Cuando Nicolás no haya qué hacer para ocultar su incapacidad para gobernar, viene con esta jugarreta con la que irrespeta a toda la República y, sobre todo, al pueblo. Lo que pasa es que en el partido de gobierno han desvirtuado tanto la función de sus diputados que ya olvidaron que en esa misma Asamblea Nacional alguna vez se discutieron leyes.

Entérate, Nicolás: ya existe una legislación vigente con la cual juzgar y condenar a los corruptos, a los enchufados, a los que guisan con ayuda de tus cómplices y a sus testaferros. Porque durante quince años quienes han dilapidado el presupuesto nacional, quienes le han dado los contratos a sus amigos, quienes han quebrado empresas, quienes han importado comida que se pudrió (y luego intentó donarla a países en desgracia: eso tampoco se nos olvida) y quienes llevan rato estafando a la Nación están vestidos de rojo rojito, pero llenos de billetes verdes.

Solicitar una Ley Habilitante es un irrespeto al pueblo y a la República. No menciono el irrespeto a los otros poderes, porque ya ellos se han faltado el respeto a sí mismos innumerables veces. Dinos la verdad sobre tus intenciones con la Habilitante, no nos vengas con la idea de una Ley Habilitante, para intentar desviar la atención de lo que verdaderamente deberías declarar: una emergencia económica que tiene a las familias venezolanas pasando más trabajo que nunca y que te tiene a ti como el principal responsable.





¿Será que lo que quieres es más poder mientras nuestro pueblo padece las consecuencias de tu gobierno irresponsable?

¿Poderes especiales para qué, Nicolás? ¿Para justificar a unos diputados que no han legislado por estar montando las ollas que les ordena el partido? Si lo que quieren en Miraflores es combatir la corrupción, entonces que cada uno de los peces gordos asome su declaración jurada, que se empiecen a aplicar las leyes actuales con voluntad y sin privilegios, que se abran los expedientes y las denuncias que los jueces mantienen engavetados. En especial los de quienes desde la Asamblea amenazan, hostigan y gritan agreden a quienes han decidido hacerles oposición desde un liderazgo que sí piensa en el pueblo y en todas las promesas incumplidas que han acumulado durante quince años esos que ahora presumen de guapos y apoyados. Pero la justicia llega. Siempre llega, aunque a veces tarda.

Todo el mundo sabe que existe un expediente, muy bien documentado, sobre el anterior gobernador de Miranda, a quien el pueblo botó por corrupto y que dejó todas las instalaciones y propiedades de la Gobernación desvalijadas. Y para investigar a ese corrupto no hacen falta poderes especiales: con las leyes vigentes basta y sobra. El pueblo lo sabe. Así como sabe que existe la mafia del cemento y la de las cabillas. Y que los centrales azucareros siguen siendo un misterio, así como los maletines llenos de dólares sacados al extranjero. O las empresas falsas que han enriquecido a un montón de gente, mientras los venezolanos tenemos limitado el cupo de divisas.

Tampoco se ha explicado cómo ni quién permitió que toneladas enteras de comida se pudrieran. Ni por qué siguen llenos de damnificados sin vivienda los refugios y hay gente viviendo en carpas, cuando el gobierno presume de estar entregando viviendas a cada rato. O cómo es posible que tras veintiún planes de seguridad fallidos nos sigan matando a los jóvenes en las calles y esos homicidios tengan la impunidad que nos mantiene a todos en peligro. Ni cómo entran las armas a las cárceles o dónde está el presupuesto de los hospitales.

¿A dónde ha ido el exceso del ingreso petrolero, Nicolás? ¿Y quiénes manejan toda esa plata? ¿Para qué el gobierno nacional, desde hace quince años, nos ha venido quitando competencias a las gobernaciones y las alcaldías? Estás rodeado de malandros que decidieron disfrazarse de políticos y lograron que el país se viniera abajo. Y el pueblo se hartó. Lo dejó bien clarito el pasado 14 de abril, por más que intenten echarle tierrita al asunto de las impugnaciones.

Han sido incapaces de solucionar las crisis económica, política y social que ellos mismos generaron. Están entrampados en sus vicios y no se atreven a tocar a nadie porque arriba, en donde se mueve el billete, todos tienen rabo de paja. Hasta sabemos de más de un alcalde que sabe que el próximo 8 de diciembre saldrá de su cargo y está acabando con lo que queda.

¿No será, Nicolás, que necesitas los poderes especiales para esconder todo esto? Y poder distraer al pueblo con tu cacería de brujas, comandada por el hombre que desvalijó el estado Miranda.

Pues ya es tarde: hasta en las filas del partido de gobierno se dice (y se dice porque se sabe) que este gobierno está lleno de corruptos que llegaron a robárselo todo. Por eso no tiene sentido que intentes meternos el embuste de una Ley Habilitante que sólo han apoyados los que tiene las manos y los bolsillos llenos de mugre.

El cambio que estamos construyendo va a poner los poderes especiales donde van: en la vida de la gente, en las oportunidades para todos, en la tarea ardua que nos dejarán estos años de desgobierno: levantar el país con el talento de quienes sí quieren que el progreso llegue de una vez por todas a convertir a Venezuela en el país que merecemos. Poderes especiales para conseguir soluciones, no excusas.

Y por eso es que esa Ley Habilitante no tiene ni tendrá el apoyo popular. Y hasta son capaces de echarla para atrás, cuando calculen bien lo que les espera en las elecciones del 8 de diciembre. ¡Porque hacia allá es para donde vamos, Venezuela! A un futuro democrático que deje en claro que somos más los que queremos que se acabe el abuso y que el país a construirse de una buena vez desde cada municipio. Ya se está construyendo desde cada hogar venezolano, desde cada comunidad, desde cada barrio.

Por eso les digo a quienes están en Miraflores y en la Asamblea Nacional que aprovechen el tiempo que les queda y empiecen a hacer algo por el país y por el futuro. Es hora de que dejen de pensar en lo que es bueno para ellos y no para los venezolanos. No olviden que los cargos políticos son un préstamo que nos da el pueblo. Y al pueblo hay que rendirle cuentas.

¡Sigamos adelante y sin miedo! Que Dios bendiga a Venezuela.