Semanas atrás, el oficialismo enfrentó su primer proceso de designación de candidatos sin la figura del líder supremo, Hugo Chávez, un verdadero reto para aquellos que en los actuales momentos “lideran” dichas filas. El trabajo parece haber sido minucioso hasta cierto punto. Varios alcaldes que aspiraban a la reelección pero cuyas gestiones deficientes comprometían la victoria del oficialismo en sus respectivos municipios, fueron apartados del cuadro de postulaciones. Ningún caso de disidencia logró generar mucho ruido a nivel mediático y, de hecho, pudimos ver a varios de los actores “apartados” manifestar públicamente la decisión de acatar los designios del Polo Patriótico. La tarea parece estar hecha, lo cual a su vez retira del ambiente el principal factor que muchos consideraban clave para la materialización del evento electoral en diciembre de este año.
A la oposición, por su parte, le tocó sortear –con bastante éxito en mi opinión- diferentes escollos para consolidar una unidad que se vio amenazada por aspiraciones que consideraban que, aquello de las primarias y otros métodos con los que fueron designados los candidatos en febrero de 2012, era un evento lejano que por diferentes motivos, bien sean técnicos o propios del trabajo del tiempo, no reflejaba los sentimientos actuales de la población. Durante esa turbulencia bajo el mar, cada quien se apertrechaba con estudios de opinión que sirvieran de soporte a sus respectivos argumentos, mientras que en la Mesa de la Unidad Democrática recaía la labor de “sofocar” los brotes.
¿Qué sucedió entonces con cada amenaza de ruptura? En ciertos casos, intensos trabajos de negociación lograron establecer acuerdos con aspirantes que sí registraban números importantes en cuanto a apoyo popular se refiere. En otros casos, las pretensiones de las que hablamos no podían ser sustentadas por los números que mostraban los sondeos de opinión; estos estudios registraban que dichas opciones no eran sólidas como para hacer frente a las candidaturas ya establecidas por la Unidad. Al final, casi la totalidad de ellos optó por no enfrentar el costo político que suponía “romper” la unidad al entrar en una batalla en la que tenían pocas probabilidades de salir victoriosos.
Con todo, muy pocos casos persistieron, lesionando la unidad, con las respectivas consecuencias que esto genera para la causa opositora. Lo curioso es que ninguno de estos disidentes pareciera gozar de una oportunidad real para vencer y, en realidad, el porcentaje de votos que pudiesen alcanzar debe ser muy bajo. Sin embargo, es importante resaltar que este pequeño porcentaje podría ser determinante en escenarios como el del Municipio Libertador, donde un resultado cerrado entre las dos principales opciones puede presentarse.
En pocas semanas el ambiente electoral comenzará a calentarse a nivel de medios y, el mar tranquilo que desde la superficie vemos empezará a mostrar oleaje. Por ahora, el primer paso, las piezas, ya están definidas para este juego que va más allá de lo local.
Félix L. Seijas Rodríguez
@felixseijasr