Verdaderamente, Uribe, Obama y sus agentes nacionales: Capriles y María Corina, comandan una conspiración que tiene al país de cabeza, empezaron con inofensivas iguanas y mira ya por dónde van. Por eso lo del magnicidio no es extraño. Al ver que todas sus acciones golpistas se estrellan contra nuestro poderoso sistema de seguridad, intentan otras vías.
¿Qué tiene que ver el magnicidio con Siria?, se estará preguntando el lector, allá voy, dice el autor: todos sabemos que en Siria no existen armas químicas, que se trata de un montaje de la CIA que está haciendo creer que el presidente de ese país, el gran Bashar Al Asad, es un genocida, cuando es en verdad uno de los humanistas más grandes de toda la historia universal, que lo único que ha hecho es defender su derecho de gobernar a Siria durante toda su vida porque para qué elegir a otro si él es el mejor, como lo fue su padre, como lo será su hijo. Los casi dos millones de refugiados, que según algunas cifras se encuentran en Líbano, Turquía, y Jordania no están huyendo de la violencia, son agentes de la extrema derecha que abandonaron sus ciudades, sus hogares y su vida, solo para hacerle creer al mundo que en Siria pasa algo. Fíjense hasta dónde llega el perro de Uribe, que convenció a Obama (sabiendo que los gringos no mascan para considerarse los policías del planeta) de que organice acciones militares en el Medio Oriente para tapar lo que verdaderamente está detrás de todo esto: el magnicidio en Venezuela. Siria es un parapeto, como quien dice.
Acto seguido Uribe manda a dos de sus más sangrientos asesinos, entrenados naturalmente por el Departamento de Estado. Los manda además con premeditación y alevosía, como Bruto con Julio César. Lo más grave, con fotografías de las personas que tienen que asesinar “para que no se vayan a confundir, porque allá hay mucha gente con bigote”, parece que dijo Uribe.
Los tipos llegan pero no contaban con el tema de la escasez de papel tualé (ya explicamos en otro escrito cómo Primero Justicia puso en marcha el golpe higiénico-homofóbico que acabó con el papel) y por allí se vino a romper toda la trama urdida entre Bogotá y Washington. Los magnicidas salieron del refugio en el que se encontraban a buscar papel tualé. En uno de los supermercados que recorrieron una cajera, que en verdad era una agenta encubierta del SEBIN camuflada de cajera para detectar el ensayo de golpe de leche que se estaba llevando a cabo en ese supermercado, observó que al guardar el papel en los morrales que llevaban a uno de los agentes de Uribe-Obama, se le cayó una foto del susodicho que tenía arriba escrito con marcador negro el siguiente texto: “este es el hombre que hay que magnicidar, ¡no olvidar!”, la última frase doblemente subrayada con resaltador fosforescente. Falta el apagón: la falla eléctrica de esta semana era la señal, claro que tarde, porque nuestro eficiente sistema de contraespionaje ya había capturado a los dos peligrosos sujetos que llevarían a cabo la operación.
Yo no sé si les convence esta versión, pero al menos es más original y divertida que la oficial, que no está mal, pero le falta libreto, como suele decirse en el argot del género. Hace algunos días se pudo detectar un intento de ensayo de golpe carcelario fascista y la semana anterior uno de golpe agropecuario y manufacturero. Mientras, entre tantos anuncios y amenazas globales, entre tanta extrema derecha y CIA, los venezolanos nos vamos olvidando de la única conspiración que verdaderamente está destruyendo este país: la de los tres golpes diarios que ya, para muchos, ni a ensayo llegan.