De la desesperación al pronunciamiento
Estamos ante un tiempo de agonía, con incredulidad advertimos como Venezuela se desintegra, o mejor, se apaga.
A veces no sabemos cómo reaccionar. La gravedad -apocalíptica- del entorno es demasiado ficción, demasiado incierta e improbable, provoca en nosotros reacciones confusas: irritación, desesperanza, resignación. El asombro no se agota. Esta aquí en el centro del pecho y se anuda en la garganta. Es tan punzante que marea. Todos los días nos asiste un nuevo estallido de imbecilidad. Todos los días.
He pensado dejar de escribir. Aunque no lo crean, hacerlo, en una perenne queja, agobia, desespera. No soy -ni puedo serlo- de esos escritores que se sientan semana a semana a dictar cátedra ni puedo fingir mi arrechera, sí, mi arrechera en el sentido venezolano del vocablo: mi enfurecimiento. Escribo desde una libertad crítica, pero sentida. Me enardezco, no lo oculto ni lo niego, tanto disparate agota. Estamos exhaustos. Pero debemos seguir…, seguir hasta que nos hayamos liberado del oscurantismo socialista. No hay opción. Nuestro destino es la libertad.
Agradezco a quienes me leen y comentan (intento leer todas y cada una de las reflexiones que aparecen en las redes sociales sobre mis escritos). Entiendo que mi desesperación es una desesperación colectiva, y no escribir, y no pronunciarme, es una traición a ese sentimiento unánime de arrechera que sentimos la mayoría de los venezolanos.
Yo no traiciono ni traicionaré mi ira. El hartazgo debe pronunciarse, alguien debe agarrar por el cuello al madurismo y escupirle en la jeta la profunda indignación que sentimos por lo que intenta apagar en Venezuela: nuestro espíritu.
El socialismo que lo apaga todo
La desolación que cunde en Cuba, su silencio y oscuridad son aterradoras. Lo mismo se evidenció en los países que fueron apagados por el socialismo en la Europa del Este: soledad perpetrada.
Me sorprende que la oposición venezolana no despedace con razones y argumentos, con evidencias, la lepra ideológica que intenta apagar nuestra vitalidad histórica. No entiendo tanta condescendencia.
Venezuela es una nación que se apaga, su luz, su creatividad y vigor, expiran. Se trata de un martirio más espiritual que material. Lo material es tan sólo una advertencia física, digamos, política, de nuestra penumbra.
El socialismo se está perpetrando y nos asola. ¿Quién lo acusa? ¿Quién revela y denuncia su negrura?
Hitler fue socialista, Stalin también. Castro lo es y Chávez lo fue. Maduro intenta serlo. Sin embargo, el apagón en sus respectivas naciones no lo causaron realmente ellos, ellos tan sólo fueron sus artífices. El apagón lo causó la peste socialista. Su ineficiencia, su intolerancia, su prostitución de valores, su corrupción que todo corroe, que todo pudre.
No podríamos decir que fue Chávez quien devastó Alemania o Rusia, tampoco China o Polonia. La devastación la causó el socialismo y su perversidad que ensombrece.
La derecha y el apagón
No le creo una sola palabra al socialismo del siglo XXI, no pierdo un segundo de mi tiempo escuchando sus farsas o fingimientos. Siempre mienten. Lo único que aspiran es arrasar -con oscuridad- todo a su paso.
Sin embargo, Nicolás Maduro en su inquebrantable imbecilidad nos reveló quién estaba detrás del golpe eléctrico: la derecha.
Claro, es obvio, Rafael Ramírez -insigne paladín de la más rancia y enviciada derecha venezolana-junto a sus socios de Derwick Associates (empresa eléctrica que ha logrado el milagro de apagar a Venezuela), con su corrupción y cinismo, son los causantes del golpe, son los saboteadores de nuestra luz.
Lo dijo Maduro, no yo. Si no que aclare si los niños de Derwick, Trebau y Bentancourt, son revolucionarios de izquierda como el Ché o ambiciosos capitalistas como Rockefeller. Nos encantaría saber qué opina el bobalicón sobre la derecha saboteadora.
Lo triste, lo frustrante, es que ese casamiento perverso entre la corrupción socialista y la codicia de la derecha son la peste que tiene sin aliento a Venezuela, la peste que nos apaga como sociedad.
El ex Embajador y Subsecretario para asuntos del hemisferio occidental del Departamento de Estado, Otto Reich, ha demandado a los “bolichicos” -así los llama en la demanda- propietarios de esa oscuridad llamada Derwick Associates. La demanda ha puesto al descubierto la perfidia que vincula al socialismo con la derecha más viciosa de la Venezuela chavista.
Otto Reich demanda la envilecida codicia de la derecha y me pregunto: ¿quién demanda al socialismo? ¿Quién carajo lo condena?
Al meno yo lo hago, por eso escribo y seguiré haciéndolo.
Ya que no hay luces, algo de moral
El apagón no es eléctrico es anímico. A tientas andamos buscando algo de luz en este largo eclipse de brío que nos afecta.
Estoy convencido de que llegará. La fuerza que mueve a las sociedades en declive es la moral. Sólo ella podrá desvanecer -condenándolo, aborreciéndolo, agarrándolo por el cuello y escupiéndole a la jeta (sin rubor)- al pervertido socialismo y abofetear a la rancia derecha y su codicia.
El madurismo no tiene ni tendrá moral, mucho menos luz, está dominado por la traición del oscurantismo cubano y su socialismo que todo apaga.
No hace falta encender un interruptor eléctrico ni esperar que Ramírez y Derwick nos obren su oscuridad para imponer la verdadera y liberadora moral bolivariana. No hace falta. La luz, nuestra luz, la impondrá nuestro brío.
Que los que intentan apagar a Venezuela sepan, lo sientan y padezcan, que nuestro espíritu no se apaga. Está intacto.
La luz, nuestra luz, está encendida.
@tovarr