Una buena demostración de ello, lo constituyó el denominado “súper apagón eléctrico” que se registro en 18 estados del territorio nacional el pasado martes 3 de septiembre.
En primera instancia (en el antes), como quiera que el tema de las deficiencias y fallas recurrentes en el funcionamiento del sistema eléctrico nacional han sido motivo de incesante discusión pública en los últimos años, acompañado de protestas de usuarios y anuncios de inversiones y mejoras por parte del gobierno nacional, el hecho parece no haber sorprendido a institución o ciudadano alguno.
Ante la predecible situación, en el durante, cada quien se las arreglo como pudo para llegar al trabajo o a la casa, para protegerse de los delincuentes, para tratar de comunicarse con seres queridos o con las autoridades, para no morir de angustia asediado por el hampa en un trancón de vehículos en cualquier avenida o calle de nuestras ciudades, para no fallecer en un quirófano sin energía eléctrica, o para poner algo de orden en el cierre intempestivo de oficinas públicas, fabricas y centros de trabajo, o sitios de recreación y comercios.
Y qué decir del después, aparece la diatriba política y no lo técnico como elemento de discusión sobre lo acontecido, con descalificaciones e improperios hacia todo aquel que se le ocurra dar su opinión sobre la falla de un servicio público fundamental para la calidad de vida, la seguridad y el desarrollo del país, y donde los responsables de la adecuada prestación del servicio no asumen responsabilidad alguna y el máximo responsable, el primer mandatario, se le ocurre calificar el apagón como “un ensayo de golpe eléctrico” de parte de la oposición pro imperialista.
En medio de todo ello, se obvia la gran discusión sobre las pérdidas económicas, las victimas y sobre la precaria preparación, capacidad de respuesta y ausencia de planes de contingencia que se evidenció después de la falla, lo cual nos debe traer una seria reflexión en relación a lo vulnerable e indefensos en que nos encontramos ante la posible materialización de amenazas y las emergencias relacionadas a eventos como los terremotos o los incendios, que simultáneamente pudieran afectar el suministro de energía eléctrica, así como de otros servicios públicos fundamentales.
@Angelrangels