Allende nunca fue, ni parecido, a Castro ni a lo que luego fue Chávez. Mucho menos fue una nulidad como Maduro o Cabello. Ni un corrupto como los jerarcas de aquí. Fue un hombre de la izquierda de su tiempo, con sus virtudes y sus ideas que hoy es claro que eran desfasadas, pero a la vez fue un dirigente de larga trayectoria de lucha social y política.
Nada hay en el mundo, razón ni argumento, que pueda justificar la felonía del golpista Augusto Pinochet, su traición a la Constitución y sobre todo, los miles de asesinatos ordenados por él y su grupo de militarotes; las horrendas torturas, las desapariciones, los cientos de miles de exiliados, las persecuciones, el dolor y una dictadura feroz de 17 años, que para colmo, años después se supo, estaba también aderezada de corrupción ya que le encontraron una cuenta personal en un banco extranjero, con 25 millones de dólares. Y seguro hubo mucho más.
Nada lo justifica. Ni siquiera que las cuentas de Fidel Castro son harto peores en decenas de miles de fusilamientos y asesinatos, en más de tres millones de exiliados, los relatos más horrendos de sus cárceles, en más de 50 años de feroz dictadura hasta hacer de su país una hacienda particular sometida a un asedio militar-policial. Ya es insostenible el cuento de “los avances en salud y educación” con los que se han justificado tantos crímenes. La justificación que era válida, de la dictadura de Batista, hace décadas que es un pasado muy lejano. Ni tampoco el “bloqueo del imperio” que es un embargo comercial a medias, ya que, prohibidas las inversiones, EE UU es el mayor proveedor de alimentos para la fracasada agricultura colectivista dizque socialista cubana. Bussines is bussines (negocio es negocio), dicen los gringos. Eso sí, no hay cartas de crédito ni nada parecido. Todo es cash, de contado. Antes el “cash” salía de la URSS, ahora de Venezuela porque allá no producen prácticamente nada. La economía dizque socialista, del colectivismo, del “estatismo salvaje” hiper centralizado, es una ruina total. Aquí ya tenemos algunas muestras. Del “imperio” llega también la mayor fuentes de ingreso de divisas a la Isla (después del petróleo regalado por el gobierno de Venezuela) en la forma de las “remesas” que envían los familiares exiliados “en el infierno de miseria capitalista” a los que se quedaron en “el Mar de la Felicidad” en Cuba. No hay “hombre nuevo” pese a la feroz ideologización desde niños. Todo el mundo sobrevive con el “rebusque” y el “mercado negro”. Decenas de miles de jóvenes, nacidos y “formados” en revolución, hijos de “nacidos en revolución”, huyen cada año de Cuba, en balsas o como puedan, arriesgando la vida, buscando un horizonte de libertad y progreso.
Pero regresemos al 11 de septiembre de 1973 en Chile y a su historia de los años inmediatos. En una elección presidencial con tres candidatos de parecido caudal de votos, Allende, perdedor en tres elecciones anteriores, ganó con 36%. La Unidad Popular, su coalición política, era diversa en el campo de la izquierda. Los típicos errores de expropiaciones y atropellos arruinaron la economía. La conspiración abierta desde la derecha que perdió todo sentido democrático, empujaba. Nada justifica a Pinochet y a los golpistas, pero casi todos en el Chile de izquierda desde entonces y hoy han advertido acerca de los gruesos errores de radicalismo, de cómo Allende mismo quedó en minoría dentro de la UP y del Partido Socialista ante la facción “ultra” de Altamirano, que seguía “línea” del fundamentalismo castrista y que empujó irresponsablemente a una confrontación que a su vez desplazó al “centro” político que mantenía un cierto equilibrio y le dio alas al militarismo y la extrema derecha. ¿Saben que semanas antes del golpe, la UP y el gobierno perdieron varias elecciones sindicales obreras claves donde históricamente habían ganado?
¡Cuánto “ayudó” el irresponsable de Fidel Castro a la conspiración!, yéndose un largo mes a “vivir” a Chile, de mitin en mitin, empujando el radicalismo con su grosero intervencionismo, cual si aquel fuera territorio de su propiedad. La megalomanía. (Por cierto, su edecán militar chileno era Pinochet que lo acompañó por todo el país y el G2 cubano fue quien lo recomendó a Allende como “de confianza”). Un reciente artículo -siempre tan certero- de Fernando Mires que por aquellos años era del MIR chileno revela mucho. Léanlo en prodavinci.com. También una entrevista que le hicieron. Y aquel libro (“El estado y los problemas tácticos en el gobierno de Allende”) de Joan Garcés (asesor de confianza y amigo muy cercano de Allende), escrito poco más de un año después del golpe muestran esas otras verdades.
No puede ser el objeto de una columna como ésta abarcar todas las aristas de un conflicto como aquel. Solo trato de mostrar algunos elementos claves y en todo caso mostrar que los “hiper-simplismos” de izquierda o de derecha no son válidos. Allende nunca fue, ni parecido, a Castro ni a lo que luego fue Chávez. Mucho menos fue una nulidad como Maduro o Cabello. Ni un corrupto como los jerarcas de aquí. Fue un hombre de la izquierda de su tiempo, con sus virtudes y sus ideas que hoy es claro que eran desfasadas, pero a la vez fue un dirigente de larga trayectoria de lucha social y política. No un improvisado que “se saca la lotería en un golpe”. Su caída no fue solo “por la conspiración de la CIA”, ni mucho menos, aunque esa agencia si actuó.
Tan cierto es que esa triste historia de golpe, muertes, torturas, errores, intransigencias no fue de simplismos lineales, sino muy llena de complejidades, que les enseñó a todos, y que por ello la política en Chile cambió totalmente. Ricardo Lagos fue un líder del mismo partido socialista de Allende. Durante aquel gobierno no era aún un dirigente de primer nivel, pero sí era funcionario. Y su gobierno, 25 años después del pinochetazo, fue un modelo democrático y progresista, de avance social, de crecimiento económico y de concertación. O que Michelle Bachelet, torturada ella misma en las mazmorras del gobierno militar y muerto su padre en similares circunstancias de torturas, gobernó con altura y ponderación para unificar a su país y no para el odio o el revanchismo. Y que el regreso de la derecha al gobierno, con Piñera, no ha tenido el más mínimo parecido al de la vieja derecha chilena.
La mancha con Venezuela
La mancha que vemos en todos es que no nos han dado a los venezolanos, que sufrimos hoy la intolerancia neo-totalitaria, ni una pizca de la solidaridad que recibieron. Pasa como con Cuba. ¿Por qué los crímenes y abusos totalitarios de Fidel son perdonados y hasta aceptados en lugar de condenados sin atenuantes como los de Pinochet o Videla?
Simplismos falaces manipuladores. A los militantes del chavismo de hoy les han vendido -y miles de ellos lo repiten sin saber cuánto han sido engañados- que “los gobiernos venezolanos de la IV apoyaron a Pinochet, porque eran de derecha y fascistas”. Ufff. Yo, que fui opositor de todos ellos, nunca habría dicho una estupidez como ésa. El golpe del 11-S-73 fue en los meses finales del gobierno de Caldera I cuyas declaraciones y acciones fueron de condena a pesar de las distancias político-ideológicas con Allende con quien sin embargo se había reunido. Y mucho más se hizo. La Embajada venezolana sirvió para salvar muchas vidas. Como lo hizo la Iglesia y las organizaciones de DD HH tan repudiadas por Pinochet, igual que hoy por el chavismo. Miles y miles de chilenos, militantes o simpatizantes del gobierno de Allende encontraron acogida en Venezuela en ése y sobre todo en el siguiente gobierno, el de CAP-I. Un apoyo concertado y tan solidario que se obviaron trámites legales para integrarlos a trabajos como profesores universitarios y muchos otros. Por allí leí que fueron casi 80 mil. No tengo la certeza de la cifra, pero conozco o conocí muchos.
Acabo de leer un relato de Diego Arria que fue ministro con Caldera y con CAP, de sus gestiones (superando el lógico repudio de CAP a tratar nada con Pinochet) que sacaron de la cárcel al ex canciller de Allende, Orlando Letelier, su amigo. Y de su empatía con Allende pese a las diferencias políticas. Lo tituló: “El “Chicho Allende” no merece que lo recuerde gente de esta calaña”. Tiene razón. ¿Qué parecido podría tener un tipo de la talla de Allende con éstos de aquí?
Trago amargo y libertad
Hace algunos años me emocioné leyendo el relato-artículo en El Nacional (lo reproduzco ahora en mi web publicoyconfidencial.com) de Ramón Escovar Salom que fue canciller de CAP (aunque luego fue el Fiscal acusador que lo sacó de la Presidencia en su segundo período) de cómo -concertado con el exilio chileno en Caracas y con pleno apoyo de CAP- asistió a la reunión de la OEA en Santiago en 1976, rompiendo el cerco congelado de relaciones con Pinochet, e incluso pasó el trago amargo de entrevistarse con el sátrapa, para lograr la libertad de varias decenas de presos políticos socialistas e incluso la de Luis Corvalán, secretario general del partido Comunista de Chile a pedido del presidente de la Unión Soviética Nikolai Podgorni. Eso de CAP y Escobar es grandeza. De la que carecen estos falsos socialistas-humanistas de hoy que mantienen la infamante prisión de Iván Simonovis, por ejemplo. Esa jerarquía roja que manipula y engaña a sus militantes torciendo la historia sin escrúpulos, para presentarla a su conveniencia. Obvio que ni CAP ni Escovar eran pro-comunistas ni cercanos, pero no eran enanos. Y su distancia con la satrapía de Pinochet era muy larga y honda. Ir al Chile de Pinochet era para un gobierno de la Venezuela de entonces, un trago muy amargo. Para Pinochet era un triunfo. Pero era el precio para que docenas de dirigentes de la izquierda chilena recuperaran su libertad aunque fuese en el exilio. Las simplificaciones de la historia, además de falaces, son manipulaciones interesadas.
Simplificación falaz también la de una cierta derecha histérica que ahora pretende que “Pinochet era un dictador, sí, pero muy consciente que aceptó su derrota en el plebiscito sin problemas”. Indigna escuchar eso. Pinochet aceptó el plebiscito bajo fuertes presiones internacionales, incluyendo la de EE UU cuya política había cambiado. Estaba seguro de ganar, con la represión y el miedo acumulados más el grosero ventajismo. Era hasta peor que el ventajismo del CNE de aquí hoy, que ya es mucho decir. La oposición reunida en la Concertación Democrática (algo así como la MUD nuestra) apenas disponía de un programa de TV de 15 minutos casi a media noche. Les reprimían y amenazaban sus escasos mítines. Los apabullaban. Allá también existían sus “radicales” que acusaban a la Concertación de “vendidos que se prestan a legitimar a la dictadura porque no se puede ganar”. (Vean en You Tube un corto llamado “El dedo de Lagos”) Allá eran los comunistas y los restos de la extrema izquierda como aquí son los grupitos del abstencionismo estéril. Pero ganó el NO y perdió Pinochet quien intentó desconocer el resultado convocando a una reunión de la Junta Militar. Solo que el general de la Fuerza Aérea se dejó ver por los periodistas antes de entrar a La Moneda y declaró: “Parece que ganó el NO” con lo cual desmontó la maniobra. Pinochet salió bajo sorpresa y a la fuerza.
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