Me impresiona mucho la apatía, mejor dicho, el notable desinterés de la población con relación al tema de la educación. A toda la materia y, especialmente, con la educación superior. A ella nos referiremos globalmente bajo la denominación de universidades, concretando en las públicas y autónomas, o privadas que no se han puesto al servicio del régimen.
Se trata de algo más que un problema financiero o de exclusivos reclamos de profesores, empleados y obreros exigiendo justicia, reclamando lo que por ley y por contratos les corresponde. Está en peligro la autonomía universitaria.
El gobierno desarrolla una política de asfixia progresiva, capaz de generar disturbios de variada intensidad, con tendencia a agravarse, para intervenirlas alegando incapacidad de las autoridades universitarias para mantener el orden interno y garantizar la normalidad y estabilidad en el cumplimiento de sus funciones. La situación es grave, pero la reacción de la comunidad nacional es, en mi modesta opinión, muy pobre. Quizás se deba a la saturación existente por los múltiples problemas que se acumulan en la gente, pero el tiempo perdido no se recupera jamás.
Tengo dos semanas en Maracaibo por asuntos familiares. Pero, siempre pendiente de lo que sucede con La Universidad del Zulia, hago este llamado, válido para todas ellas. Participaremos en el encuentro nacional a celebrarse hoy, jueves 19. Todos los temas y ponencias están vinculados a la autonomía, el financiamiento y las relaciones con el estado-gobierno.
Las autoridades han convocado a rectores y exrectores, nuevos y viejos dirigentes estudiantiles, gremiales y laborales. Las universidades tienen que reencontrarse, definir su misión en la hora actual y hacia el futuro y asegurar su existencia sin depender del gobierno de turno. Ciclópea tarea. Resisten maniobras hasta del TSJ en materia electoral. No pueden tirar la toalla.
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