Perseguir a los malos es un “antivalor” para un régimen delincuente. Esa madrugada debió imaginarse a Spiderman poniendo orden en el país. No pudo conciliar el sueño pensando en un Hombre Araña criollo entrando a las bóvedas del Banco Central para investigar qué habían hecho con el oro de la república. Viendo a ese Spiderman tricolor persiguiendo a Isea, a Juan Barreto y a Diosdado.
Lo veía desenmarañando no la frondosa cabellera de Iris sino el enorme enredo creado por ella en las cárceles. Investigando a los delicuentes de cuello rojo que, según Giordani, se robaron 25 mil millones de dólares.
Para la atribulada mente del ciclista tan solo imaginar que se imponga en el mundo la noción de justicia es un antivalor.
Que los responsables de Amuay, Pudreval, Cadivi, la escasez, el asalto al Fondo Chino, el Fonden y el caos global paguen por sus actos en lugar de esconderse en el discurso revolucionario es un antivalor.
La revolución naufraga en temas éticos y carece del menor rubor para asumir la responsabilidad de lo que hacen, por ello ven en cualquier producto que coloque el dilema del bien y el mal inclinado hacia la ética como un enemigo que les agua el festín revolucionario de millones y millonas de verdes para colmar el déficit hedonista que trae de la época del metrobús. Claro está, para Nicolás era mejor un Arañero que fomentaba la corrupción y el dolo que uno que persiga a quienes roban.