Con el toque de las sirenas, a las 04.00 de la madrugada hora italiana (02.00 GMT) se anunciaba que la operación había sido un éxito, a pesar de que duró algunas horas más de lo previsto.
La mole de 44.600 toneladas, 290 metros de longitud y 17 pisos de altura ya descansaba en posición vertical sobre la plataforma submarina que había sido construida los meses anteriores.
El llamado “parbuckling”, el término técnico con el que se conoce esta operación de enderezamiento, había sido puesto en marcha por la sociedad estadounidense Titan Salvage y la italiana Micoperi, empleó a 500 personas y tuvo un coste de 600 millones de euros para la naviera Costa Cruceros, propietaria del Costa Concordia.
Del mar de la isla del Giglio, donde el crucero había encallado tras la maniobra del capitán Francesco Schettino, acusado ahora de homicidio y abandono del barco, resurgía la otra parte del casco, completamente deformada y abollada al haber quedado aplastada durante 20 meses contra los escollos.
Durante 10 horas, una especie de gatos hidráulicos tensaron los cables de acero unidos a la parte superior de los cajones y de las plataformas instalados a babor del casco para levantarlo, mientras que otros cables, conectados a 13 torretas construidas a estribor daban equilibrio al barco.
Los momentos más inciertos y que hicieron retrasar los trabajos fueron durante las primeras horas, cuando el crucero tenía que desencallar, separarse de las rocas del fondo y empezar a enderezarse.
Otra de las grandes preocupaciones, sobre todo para los habitantes del Giglio, era el posible impacto medioambiental que podría tener el enderezamiento de la nave, pero la presidenta del Observatorio Medioambiental, Maria Sargentini, comunicó que no se han producido vertidos y que no habrá “alguna bomba ecológica”.
“Siento alivio y estoy orgulloso de mi equipo”, fueron las primeras palabras del director de las operaciones, el ingeniero sudafricano Nick Sloane, de 52 años, el cerebro de esta operación y que finalmente apareció ante los medios de comunicación tras permanecer las 19 horas encerrado en la sala de control.
Esta mañana, sin pausa, y tras celebrar el éxito, uno de los responsables de la operación, el ingeniero italiano Sergio Girotto y el comisario extraordinario para la emergencia del Costa Concordia y jefe de la Protección Civil italiana, Franco Gabrielli, se acercaban al fantasmagórico crucero para comprobar su estado.
La preocupación se concentra ahora en el lado estribor del casco ya que, aunque no hay fracturas, se encuentra bastante deformado y esto añadirá dificultad a la instalación de los 15 cajones (flotadores-estabilizadores), iguales a los ya instalados a babor, que servirán para reflotar el barco.
Cuando ya estén instalados, y aún no se han dado fechas, gracias a un sistema neumático que vaciara el agua de forma gradual del interior de estos flotadores, se dará el empuje para reflotar el barco y poder trasladarlo.
Gabrielli aseguró que tras la primera inspección de hoy el estado del barco es mejor de lo que esperaban aunque “aún hay mucho que hacer”.
El responsable de la Protección Civil confirmó que el barco no se moverá del Giglio hasta la próxima primavera y que aún siguen buscando un puerto, no demasiado lejano, capaz de acoger el enorme crucero para su desguace y no todos están preparados.
Para Gabrielli es además prioritaria la búsqueda de los dos cuerpos que aún no se han recuperado, la pasajera Maria Grazia Trecarichi y el miembro de la tripulación Russel Rebelli. EFE