La voz de Georges Moustaki (1934-2013) la escuché por primera vez a inicios de los 70s. entre besos, velas, vino y las delicadas manos de una amada, exquisita y de pausado andar, descendiente de judíos húngaros y portugueses.
Desde entonces la voz del errante alejandrino nunca se apartó de mí. Junto con Georges Brassens y Jacques Brel, forman la generación de los trovadores, los juglares más auténticos de la tradición europea, desde el siglo XII.
Agregaría a ellos los españoles Paco Ibáñez y Lluís Llach. Acaso también a Joan Manuel Serrat. En Moustaki se entremezclan todas las culturas que confluyen en Alejandría, como lo explicó en su autobiografía, Las hijas de la memoria (1999).
Con prólogo de Jorge Amado, uno de sus grandes amigos, Moustaki describe la Alejandría de su niñez y juventud. Los saberes de sus ancestros, sus amados abuelos venidos de Grecia y de Italia. Y también los sabores de la comida árabe y griega, sazonada con los olores de su Alejandría, la ciudad de las grandes siestas y las noches interminables.
Alejandría es su matria, su pequeño espacio existencial. El lugar donde se venera a los ancianos, como en Marruecos, en Japón o la India. Esos seres holgazanes, flojos y felices. Y es en Alejandría donde se les ve sentados en los cafés jugando ajedrez o damas, en largas conversaciones y con la felicidad entre los labios. Se les tiene por seres importantes, se les respeta y escucha, como patriarcas de extensas familias que protegen su linaje como un tesoro, porque saben que es su única heredad, su fortaleza cultural. Por eso el poeta escribe en sus memorias que su único deseo cuando sea grande, es ser anciano.
Es reveladora la vida parisina de Georges Moustaki, adonde llega cuando apenas contaba 17 años. Sobrevive mientras vende, de puerta en puerta, libros de poesía. Mientras deambula por el barrio latino, durmiendo en buhardillas, enamorado de la ciudad luz y de las jóvenes parisinas.
En los bares de mala muerte, entre poetas, pintores y pordioseros, Moustaki se encuentra con la vida bohemia y descubre a Georges Brassens, quien le introduce en el mundo de la canción. Al morir Brassens, Moustaki abandona su nombre, Giuseppe, y asume el Georges en memoria de su amigo.
Cantautor comprometido con las causas más puras en defensa de la libertad, de los obreros, y de los derechos humanos, Moustaki enarboló las banderas de la dignidad del hombre y su derecho a transitar la vida sin prejuicios y sin condenar a nadie por su origen o credo religioso.
Evidencia de ello se aprecia en la canción que le dio a conocer y que se convirtió en un himno, Le Météque (El Extranjero http://www.youtube.com/watch?v=MV8fGf-N06A ) grito de rebeldía ante la discriminación, la segregación y la intolerancia.
Como compositor escribió más de 300 canciones, muchas de las cuales fueron para nombres legendarios, como Edith Piaf (el pequeño gorrión) con quien mantuvo una intensa relación sentimental. De esa relación surgió su tema, Milord. También escribió para Ives Montand, Serge Reggiani, entre otros grandes de la canción francesa.
Su voz suave y melodiosa, acaso de timbre átono, lo acompañó con su guitarra, al piano o acordeón. Después vendrá su descubrimiento de los ritmos brasileros y de su tercera matria, Brasil y su Bahía de todos los Santos, en la casa del escritor Jorge Amado o Vinicius de Moraes. Los cantantes Chico Buarque, Elis Regina y los anónimos grupos y personas de las favelas, le muestran los instrumentos que incorpora a sus nuevas canciones.
La instrospección de su primera etapa como trovador, con temas tan melancólicos, como Le Temps de Vivre o La Liberté (http://www.youtube.com/watch?v=QvFLBs9S8FY ) se complementan con su parte más mundana y universal, con temas como Les eaux de mars o Le facteur (http://www.youtube.com/watch?v=PxMjenL4k-g&list=PLBBBEEDBC8CAADC77 http://www.youtube.com/watch?v=u27vcJONKz8&list=PLBBBEEDBC8CAADC77 )
Extraordinaria es su apasionada descripción del escritor Henry Miller. El autor de Trópico de Capricornio le influyó para desarrollar su otra pasión, el dibujo y la pintura. A través de la obra Pintar es volver a amar Moustaki se introduce en la pintura al punto de llegar a realizar varias exposiciones, tanto en bares como en pequeñas galerías.
Incansable para sus extensas giras por extraños y exóticos países, pero siempre buscaba el tiempo para acercarse a sus amigos, muchos de los cuales conoció cuando de niño y joven, leí mientras se dedicaba a limpiar la librería que su padre tenía en Alejandría.
El trovador que vivió gran parte de su vida en la isla de Saint Louis, en París, es parte de una historia. La historia de una generación que se atrevió a soñar y que en Mayo de 1968 enarboló las banderas de la igualdad sexual, la defensa del medioambiente y el rechazo a las armas.
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