Mientras exprime coles, pepinos y espinacas en su casa en Venice Beach, al oeste de Los Ángeles, la instructora de yoga Kia Miller dice que se “energiza” cuando ayuna tomando solamente jugos verdes, porque es la oportunidad para reflexionar sobre su “relación con la comida”.
Leila MACOR/ AFP
Los jugos “son una poderosa manera de obtener nutrientes (…). Alcalinizan el cuerpo y, cuando el cuerpo está alcalino, se desintoxica”, explica Miller, mientras exprime coles, perejil y cúrcuma en su casa-ashram con jardines ecológicos de cactus californianos.
Usando el sustantivo como un verbo (en inglés, ‘to juice’), como hacen todos los que ‘juguean’, añade: “Cuando dejo de pensar en la comida y me centro sólo en la simplicidad de ‘juguear’ (…), me siento más conectada conmigo misma, con la Fuente y con lo Divino”.
Miller, de 44 años, no es nada excéntrica en la ‘hipster’ y centrada-en-el-cuerpo megalópolis californiana.
Los jugos verdes, y los ayunos con jugos en particular, han dejado de ser una práctica reservada a yoguis y místicos. En vecindarios adinerados como Santa Mónica o Beverly Hills hay prácticamente un “juice bar” por cuadra y es frecuente ver a los angelinos con un brebaje de verduras en la mano.
“Es el nuevo vino”, dice Miller, mientras sirve vasos de jugo verde a dos dubitativos periodistas de la AFP.
Son zumos de espinacas, col rizada y jengibre, por ejemplo, mezclados con remolacha, zanahoria, agua de coco o leche de almendras. Los más dulces incluyen dátiles, nueces, bananas o manzanas; los ligeros agregan pepino y apio, aderezados con rarezas como cúrcuma, ágave o diente de león.
Una experiencia “casi adictiva”
Hay quienes beben ocasionalmente un jugo verde en el “juice bar” de su vecindario; pero están los que realizan las llamadas “limpiezas”, “desintoxicaciones” o “ayunos con jugos”, que consisten en beber litros de zumos de verduras durante tres, siete o treinta días sin ingerir nada sólido.
En una “limpieza” de cinco días se pueden perder 10 kg, pero los militantes esgrimen razones espirituales para ayunar.
Heather, una fisioterapeuta de 42 años que no quiere decir su apellido y acaba de terminar un ayuno de tres días, cuenta que la experiencia es “casi adictiva” porque “reinicia” su cuerpo. David Goodman, un músico de 37 años, asegura que duerme mejor y se siente más joven ahora que se “desintoxica” con frecuencia.
“La moda de los jugos estalló, ahora todo el mundo quiere abrir un ‘juice bar’; todos quieren desintoxicarse”, explica a la AFP Baba Ji, un indio que, en los últimos dos años, abrió dos exitosos bares de jugos al este de Hollywood.
Dependiendo del bar, un ayuno con jugos de tres días puede costar entre 120 y 250 dólares y, el de cinco, de 200 a 400 dólares.
El jugoso negocio del bienestar espiritual representa 5.000 millones de dólares anuales en Estados Unidos, según un reporte de julio del semanario financiero Barron’s, que estima un crecimiento de entre 4% y 8% anual. De acuerdo con la publicación, en el país existen unos 6.200 “juice bars”, la mayoría concentrados en Nueva York y Los Ángeles.
La moda del “jugueo”
Las grandes tiendas ya buscan apropiarse de la tendencia. Un local de la cadena de farmacias Walgreens de Hollywood cuenta con un bar de jugos y la franquicia de café Starbucks abrió este año sus primeras juguerías en Seattle y San Francisco -con miras a extenderse-, tras comprar en noviembre Evolution Fresh.
Los nutricionistas aplauden la moda del “jugueo”, aunque dudan de los beneficios reales del ayuno en sí.
“Nuestro cuerpo está hecho para desintoxicarse. Tiene riñones y un hígado, además de la piel (…). Si dejamos de incorporar toxinas al cuerpo, estaremos más saludables de todos modos. No es necesario hacer una limpieza con jugos”, dijo a la AFP Julieanna Hever, especializada en nutrición a base de plantas.
El ayuno con jugos “está bien si ayuda a la gente a poner el foco en modificar su dieta y comer saludablemente”, explicó.
No obstante, si bien el ayuno con jugos “no produce ningún daño si se hace bajo supervisión médica (…), no hay ninguna investigación que demuestre que tiene algún beneficio y, a la larga, conduce al yo-yo”, es decir a ganar más peso del que se perdió originalmente, dijo Hever.
Y añadió: “El problema es que siempre buscamos estos ángeles o demonios, esta ‘supercomida’ que salvará nuestras vidas, y eso es una simplificación”.