La salida de socios malasios y rusos de proyectos petroleros claves en Venezuela han dejado al descubierto fricciones entre empresas extranjeras y el Gobierno que podrían alejar a otras firmas del país incluso a pesar del potencial que representa la mayor reserva petrolífera del mundo, la Faja del Orinoco.
Por Daniel Wallis y Marianna Parraga/ Reuters
Por años, la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) ha dado la responsabilidad de impulsar la estancada producción nacional de cerca de 3 millones de barriles al día (bpd) a sus socios en unos 40 emprendimientos conjuntos y, en ocasiones, los ha amenazado con retirar sus licencias o dejar de repatriar los pagos de dividendos.
Eso, a menudo ha enfriado relaciones que son esenciales para la vital industria del miembro de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). El crecimiento futuro depende de una serie de ambiciosos proyectos en la Faja, una de las últimas reservas de crudo del planeta, en general no explotada.
Lukoil, el segundo mayor productor petrolero de Rusia, dijo el mes pasado que quiere vender su participación en la Faja, sólo semanas después de que la petrolera estatal malasia Petronas dijera que iba a retirarse de uno de los mayores proyectos.
Fuentes de alto rango cercanas a los acuerdos dijeron que ambas empresas estaban cansadas de los reiterados desacuerdos con PDVSA y con el Gobierno.
Las fuentes comentaron que los ingresos por exportaciones de la producción inicial en proyectos claves fueron a la petrolera estatal, en vez de a las empresas conjuntas, aumentando los problemas de liquidez de los socios.
Las empresas privadas que permanecen en el área, entre ellas la estadounidense Chevron y la española Repsol, tienen decisiones difíciles de tomar. Varias fuentes en los emprendimientos conjuntos de la Faja dijeron que PDVSA rechazó sus reiteradas solicitudes para ablandar sus condiciones.
“Hay empresas que tomaron la decisión de estar en Venezuela con una visión de largo plazo. Hay otras cuya permanencia depende estrictamente del flujo de caja que obtengan en el país”, dijo Luisa Palacios, analista de Medley Global Advisors en Nueva York.
“Sus proyectos en Venezuela compiten con otros, particularmente en un escenario de precios del petróleo que no garantiza un claro retorno sobre las inversiones”, explicó.
PDVSA no respondió a las consultas de Reuters acerca de su forma de tratar con las empresas extranjeras en la Faja. Pese a las últimas salidas, los ejecutivos de la estatal sólo tienen palabras optimistas sobre el atractivo de largo plazo del área.
El ministro de Petróleo venezolano, Rafael Ramírez, dijo esta semana que la nueva producción del Orinoco implica una producción estimada de 4 millones de bpd en el 2014. Sería un salto gigantesco, pero poco probable desde los niveles actuales de unos 3 millones de bpd.
“Tenemos oleoductos que están llegando a su capacidad de diseño y trajimos del exterior instalaciones que permitirán acelerar el incremento de producción en los bloques de la faja (…) Está suscitando mucho interés y constituye un cañón de crecimiento económico para el país”, dijo Ramírez.
Sin embargo, en un inusual reconocimiento de los problemas, también admitió que la logística provisional implementada para los proyectos de la Faja bajo un plan de “producción inicial acelerada” había creado cuellos de botella.
COLEGAS DEL KREMLIN
El fallecido presidente Hugo Chávez nacionalizó casi toda la industria petrolera venezolana, de la que depende casi toda la economía del país para recibir ingresos en divisas.
Los potenciales socios de la industria petrolera se dividen entre el miedo a posibles estatizaciones y la esperanza de tener una parte mientras Venezuela distribuye sus 296.500 millones de barriles estimados en reservas.
Entre las empresas que han dejado Venezuela figuran dos provenientes de Rusia, un aliado político de Caracas al que recurrió Chávez para que trabajasen en el país sudamericano luego de que ExxonMobil y ConocoPhillips se retiraron en medio de disputas por las estatizaciones en el 2007.
Las nuevas partidas agravan una situación económica cada vez más difícil para el Gobierno del sucesor de Chávez, Nicolás Maduro, que enfrenta problemas de desabastecimiento y una inflación anualizada que el mes pasado alcanzó un 49,4 por ciento.
Lukoil dijo que la Faja del Orinoco ya no era una prioridad y la semana pasada manifestó su intención de abandonar un consorcio ruso que tiene una participación de un 40 en el bloque Junín 6, una de las áreas más ricas y que tendría un potencial de producción de 450.000 bpd.
Hace menos de un año, Surgutneftegaz, el cuarto mayor productor de Rusia, también hizo votos por retirarse del bloque.
El comprador más probable para la participación de Lukoil es Rosneft en una operación que le daría un dominio casi total del consorcio Junín 6 y aumentaría las operaciones del estatal ruso en Venezuela.
Junto con la china CNPC, Rosneft se ha convertido en el mayor participante extranjero en el país sudamericano tras adquirir los intereses de TNK-BP.
Casi desde el comienzo, los ejecutivos de las empresas extranjeras se quejaron de que el trabajo en la Faja había sido limitado por la falta de infraestructura, la incertidumbre por los impuestos, los retrasos en los pagos de PDVSA y por lo que dijeron era un comportamiento autocrático.
Ejecutivos extranjeros dijeron que, a menos que PDVSA suavice sus términos y escuche más a sus socios, otras empresas podrían marcharse.
“No hay gobernabilidad (…) PDVSA quiere que las empresas mixtas funcionen como apéndices de ella”, dijo el presidente de una petrolera extranjera que trabaja en nuevos proyectos en la Faja.
TOMA DE DECISIONES
Esos problemas estuvieron entre las razones principales para la salida de Petronas el mes pasado de Petrocarabobo, un proyecto emblemático en la Faja que tiene inversiones planeadas por alrededor de 20.000 millones de dólares en un período de 25 años.
El ejecutivo extranjero dijo que los jefes de Petronas visitaron Venezuela pero se fueron decepcionados y argumentaron que PDVSA se negó reiteradamente a permitir que los socios extranjeros participaran en la toma de decisiones.
El consorcio también posee inversiones de Repsol, la firma india ONGC y dos compañías indias menores.
Los desarrollos en la Faja esperan agregar más de 2 millones de bpd a la producción venezolana -un aumento dos veces mayor a los pronósticos de Ramírez para el próximo año- con una inversión total de 80.000 millones de dólares.
Dos fuentes importantes involucradas en los acuerdos dijeron que los ingresos por las exportaciones de la producción inicial en proyectos claves como Petromiranda, con los rusos, y los bloques Junín donde operan ENI y Petrovietnam, fueron a PDVSA en vez de a las empresas conjuntas, lo que causó problemas de flujo de caja desde el inicio para las compañías más pequeñas.
Las dificultades financieras sólo empeorarán en las etapas posteriores de los proyectos, como la construcción de mejoradores que transforman el crudo extra pesado de la Faja del Orinoco en un producto apto para exportación.
Las cantidades involucradas ahora son relativamente pequeñas -unos 25.000 bpd-, pero esto es visto como una señal de que PDVSA podría volver a utilizar los fondos en lugar de entregarlos a las empresas conjuntas, algo negado por PDVSA.
Ejecutivos extranjeros dijeron que recientemente Ramírez suavizó su postura hacia las compañías privadas que trabajan en la Faja.
“Pero no es suficiente. Las parcelas de poder en PDVSA entorpecen todo, hay mucho caciquismo y cambios repentinos de opinión”, dijo el presidente de una compañía petrolera extranjera, agregando que no estaba muy ansioso por entregar fondos al proyecto.
“No es que no vamos (a seguir con su proyecto), pero vamos paso a paso, no estamos empujando la carreta”, agregó.